Veto al trabajo autogestionado // Mariano Pacheco
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María Eugenia Vidal vetó la expropiación de
otras dos fábricas recuperadas. La política como extensión de la patronal y el
lugar de estas experiencias en la economía argentina reciente.
El reciente veto de María Eugenia Vidal a la
expropiación de dos fábricas recuperadas aprobadas por los diputados y
senadores bonaerenses se inscribe en una estrategia más general del macrismo,
que apunta a criminalizar las respuestas creativas que los trabajadores
tuvieron en años de crisis y, seguramente, volverán a tener si el rumbo de la
economía sigue sin cambios, más allá de los anuncios de Cambiemos.
En
Europa no se consigue
En 2002, los obreros de Raimat, la fábrica
dedicada a la elaboración de tapas situada en la localidad de Bernal (distrito
de Quilmes), se hicieron cargo de la producción, luego de que la empresa
quebrara. Posteriormente la denominaron Cooperativa Presidente Néstor Kirchner
y hoy son más de un centenar los trabajadores que participan de la experiencia
que ya lleva cuatro décadas de producción en la zona sur del Conurbano
Bonaerense. En septiembre de 2015 un tribunal provincial de San Luis solicitó
la quiebra y el remate de la fábrica, por una deuda contraída por sus antiguos
dueños. En agosto del año pasado, a expensas de la diputada provincial
Evangelina Ramírez (FpV), habían logrado suspender por el lapso de noventa días
la orden de desalojo que pesaba sobre sus espaldas y en diciembre la Cámara de
Senadores de la provincia de Buenos Aires convirtió en ley (tras su aprobación
en Diputados) el proyecto que promueve la expropiación del inmueble donde
funciona la cooperativa de trabajo. Pero las alegrías, dicen, suelen durar
poco. En enero, la gobernadora María Eugenia Vidal vetó la expropiación.
Lo mismo ocurrió con la ex Rench. La fábrica
que ahora emplea a 65 personas y fue nombrada Cooperativa de Precisión Limitada
(CDP) lleva ya más de tres décadas de existencia. Produce cerraduras bancarias
y de precisión. Situada en la localidad de Don Torcuato, distrito de Tigre, es
la única de este tipo que produce en Sudamérica. La quinta en el mundo (las
otras cuatro están ubicadas en Estados Unidos). En julio de 2013, cuando
llegaron a la fábrica y la encontraron clausurada, los cuarenta empleados con
que contaba entonces la empresa decidieron ocuparla, asesorados por el abogado
Luis Alberto Caro, del Movimiento de Fábricas Recuperadas. En su momento, la
Justicia accedió a una “quiebra con continuidad” y les dio la posesión a sus
trabajadores, compartida con los dueños de la empresa, aunque éstos nunca
llegaron a participar.
Ahora, ambas experiencias corren peligro de
extinción, y sus trabajadores, de engrosar el ejército de desempleados que no
deja de expandirse en la Nueva Argentina.
La
Escuela Pro-Patronales
Los recientes vetos de “la Vidal” dan cuenta
de una política activa de la gestión Cambiemos contra los trabajadores en
general, y contra quienes han tomado la producción en sus manos, en particular.
El año pasado, en su función de flamante gobernadora, Vidal ya había vetado
otras tres experiencias: la ex fábrica Pertinari, actualmente Acoplados del
Oeste de Merlo (ADO), dedicada a la producción de acoplados, carrocerías
volcadoras, semirremolques y contenedores; la cooperativa de trabajo Depende,
una fábrica de cierres relámpagos situada en Villa Maipú, distrito de General
San Martín, y el Sanatorio Lavallol, de Lomas de Zamora. En la misma línea, el
“Pibe Mauri” vetó recientemente la expropiación del BAUEN, el emblemático hotel
recuperado en 2002, situado en pleno centro porteño (Callao y Corrientes).
La escuela se venía amasando, con más prisas
que pausas. Según sostuvieron desde el Observatorio Social sobre Empresas
Recuperadas y Autogestionadas del Instituto Gino Germani, “las empresas
recuperadas han demostrado ser una alternativa viable para enfrentar el
desempleo. En la actualidad, la apertura a las importaciones, el tarifazo y la
recesión conforman un contexto de crisis propicio para la recuperación de
nuevas empresas”.
Un
modo creativo de afrontar la crisis
Recién ha pasado un mes del nuevo año y ya
son 1700 los trabajadores que han perdido sus empleos (a pesar de los
“compromisos” de no despido hasta marzo de 2017 firmados por los gremios con el
gobierno). Según datos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), esa
cifra tiene que ser leída en serie con los otros 9000 despidos registrados
durante diciembre pasado (5000 en el sector privado y 4000 en el público), que
se enmarcan a su vez junto con los 241.774 despidos y suspensiones que se
produjeron en ámbitos públicos y privados. Claro que para el presidente
Mauricio Macri el empleo “crece en Argentina”. Tal vez por eso, o por su
fidelidad a su extracción de clase, o por puro cinismo, o por lo que fuere, lo
cierto es que la “Cultura Pro” centrada en los vetos a las expropiaciones de
las empresas recuperadas por sus trabajadores solo puede ser complementada con
represión: de hecho, el correlato del veto a las expropiaciones es el desalojo
de los lugares de trabajo. Y para muestra, basta un botón: pese a tener la ley
de expropiación vigente hasta enero de 2018, la cooperativa de Trabajo
Industrias RB fue desalojada violentamente a mediados del año pasado en la
localidad bonaerense de Martínez. Fue el primer antecedente de desalojo con una
ley de expropiación vigente.
La experiencia de las empresas recuperadas en
Argentina fue un fenómeno que alcanzó visibilidad y perspectiva tras la crisis
que surgió en 2001. De hecho, un 40% fueron ocupadas por sus trabajadores
durante los años 2000-2001, en un contexto en el que, alrededor de 1000
empresas se declararon en quiebra en todo el territorio nacional (se estipula
que, durante el último cuarto de siglo, el 90% de las quiebras empresariales
fueron fraudulentas).
Emblemáticas fueron las experiencias de la
textil Bruckman, situada en el barrio porteño de Once, y la ex ceramista Zanón,
en Neuquén (hoy Fasinpat, Fábrica sin patrón), que se sumaron a la trayectoria
de IMPA, la primera en poner en pie (en 1998) esta dinámica en el país. En las
actualidad son 367 los lugares de trabajo recuperados, que alimentan casi 16000
familias, según datos del programa Facultad Abierta de la Universidad de Buenos
Aires (UBA).
Lejos del pronóstico establecido por el
sentido común (en muchos casos, el peor de los sentidos), la mayoría de las
empresas abandonadas por los empresarios y recuperadas por sus trabajadores se
mantuvieron en pie, conservando la fuente laboral de quienes se sostuvieron
participando del proceso e incluso, en algunos casos, incrementando su
personal. El 60% de las experiencias logró incorporar nuevas maquinarias con
fondos propios, mientras que el 10% lo hizo con fondos estatales durante la
última década.
El de la recuperación de empresas por parte
de sus trabajadores no es, de todos modos, sólo un fenómeno del pasado reciente
de la Argentina. En los últimos años se recuperaron en el país una imprenta y
cuatro parrillas y restaurantes en la Ciudad de Buenos Aires; una fábrica de
cuadernos y otra de autopartes en la localidad bonaerense de San Martín; una
fábrica productora de repuestos para la industria automotriz en Rosario, entre
otras experiencias relevadas que, incluso, llegaron a inspirar a trabajadores
de otras latitudes, como “Officine Zero”, en Roma, y VIO.ME, una empresa de
materiales para la construcción en Grecia, donde sus trabajadores sostuvieron:
“para recuperar la fábrica nos guía el ejemplo de Argentina”.
[fuente: Revista Zoom]