El atroz encanto de ser CEO // Lucas Paulinovich
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Con Cambiemos las elites
históricamente gobernantes accedieron nuevamente al control del Estado. La
diversidad de fuerzas que integran el frente electoral es encabezada por un
empresariado nuevo y modernizador que encarna las aspiraciones de reorganización
integral de la vida en la Argentina, fuertemente vinculados a los agronegocios
y las finanzas –biotecnología, economías extractivas, insumos y servicios-. La
Revolución de la Alegría que funciona por abajo es acompañada con una
modernización de la estructura institucional y productiva. La CEOcracia supone,
en lo básico, una operación que va de la administración de las cosas a la
gestión de la vida.
Se trata de la primera
experiencia histórica en la que una propuesta abiertamente
empresarial-neoliberal alcanza la presidencia de la Nación por vía democrática.
La llegada masiva de Chief Executive Officer -CEO- a las oficinas de
ministerios, secretarías y reparticiones públicas, provenientes de grupos
económicos locales y multinacionales, constituye un acontecimiento inédito en
la historia nacional. Un vector suplementario del proceso de privatizaciones de
la década del ’90. La clave de gestión del nuevo gobierno diluyó las fronteras
entre lo público y lo privado: el capital se dispersa hasta lo público y lo transforma.
Los potenciales conflictos de intereses quedaron garantizados por el propio
presidente al condonarse una deuda contraída durante la administración del
Correo por su holding empresarial: es el procedimiento elemental para que las
cosas funcionen.
Hay casos notables por su
ubicación estratégica y su incompatibilidad interesada: Juan José Aranguren, ex
Shell en el Ministerio de Energía; Luis Caputo, ex Deutsche Bank en la
Secretaría de Finanzas; o Mario Quintana, del fondo Pegasus que controla Farmacity,
Freddo y Musimundo, en la Secretaría de Coordinación Administrativa y
Evaluación Presupuestaria de la Jefatura de Gabinete. La utopía de la sociedad
de control financiero tiene a los dueños del lavarropa a cargo de la
fiscalización del lavado y giro de activos. Los directivos del HSBC en las
oficinas de control es el punto límite del deseo de un mundo habitado por
tenedores de acciones, valores en libre circulación y reproducción del capital.
Los directivos de los organismos que abonan con préstamos el endeudamiento del
Programa Financiero Total que lleva adelante el gobierno, son los que emiten,
reciben y fiscalizan: son los grandes acreedores de un común permanentemente
endeudado. El Estado es croupier, un facilitador.
Los recambios
ministeriales que se produjeron hasta ahora continuaron con esa línea de
vinculación directa entre los grandes actores económicos -ligados al capital
financiero internacional- y la administración pública. El Pro se quiso sumar
tarde a un mundo globalizado que se derrumba. La tradición occidental se
reclama desde la economía de la deuda y desde la tradición libresca: volver al
mundo es poner a la Argentina en su lugar dentro de la economía de servicios.
Manguel y Avelluto hacen su parte. Lo occidental y cristiano bajo su forma
modernizada, biotecnológica e informática. El radicalismo y sus satélites –el
componente socialdemócrata caído en desgracia- funcionan como proveedores de
disciplina institucionalista y retórica republicana. Compensa con su doblez de
discurso moral y astucia tramposa de submundo político la desfachatez cínica de
los integrantes del núcleo duro del Pro: ese juego de cinismo e hipocresía son
las poleas de sostén del frente electoral.
“Todo el poder a los
CEO’s” implicó la puesta en práctica del saber-hacer manageril en la gestión de
los recursos. La refundación del Estado según abecés empresariales se
reivindica como una renovación de las formas y contenidos de la política. La
transparencia, la creatividad, el optimismo y la productividad son los valores
que hacen el paraíso de la eficiencia que el dream
teamde los negocios vino a ofrecer. Para la toma del poder, este
nuevo empresariado futurista intenta quitarse sus raíces históricas con afanes
modernizadores. Pero tuvo que hacer alianzas y arreglos con otras fuerzas
tradicionales. Las elites en la Argentina se recompusieron y en esa complejidad
se dirimen los desafíos internos del frente Cambiemos.
El Observatorio de la
Elites Argentinas del Instituto de Altos Estudios Sociales -IDAES- de la
Universidad de San Martin realizó un informe para indagar en los orígenes y
trayectorias de los integrantes del primer gabinete de Mauricio Macri, y
detectar las vinculaciones y los grados de influencia de los CEO’s y altos
cargos ejecutivos en las distintas carteras de gobierno. “Su estudio, y el de
sus más altos funcionarios, permite comprender mejor los objetivos del gobierno
y el contenido de sus políticas públicas, identificar cuáles son las áreas de
gestión más poderosas y entender por qué, conocer quiénes son sus aliados
sociales y políticos, y determinar qué sectores sociales se podrán beneficiar o
perjudicar con las medidas implementadas, entre otras importantes cuestiones”,
explica la presentación.
De acuerdo al informe hay
un 31 por ciento de los integrantes del gabinete inicial que alguna vez ocupó
un puesto de alta o media gerencia en una empresa privada. Cifra que se engrosa
en el caso específico de la Jefatura de Gabinete que conduce Marcos Peña, donde
la proporción alcanza el 70 por ciento.
Marcos
Peña es miembro de la familia Braun, dueña de los supermercados La Anónima y de
iniciática participación en la oligarquía fundacional que llevó adelante las
matanzas del desierto y la organización del Estado nacional. Macri es Blanco
Villegas por parte de su madre. El bestiario de Cambiemos está compuesto de
apellidos vinculados a la oligarquía terrateniente tradicional y a los sectores
empresariales que operaron como pata civil del Proceso en los setenta. La
prolongación de la aristocracia, con el menemismo y la Alianza de por medio,
devino en el chetismo de Cambiemos, combinación de estéticas patricias y
distinguidas con marketing, management y los modales cínicos del caretaje
buenaondista. Una cultura de la oquedad donde lo único que relumbra es el
dinero y su posibilidad de proyección infinita.
La
puerta giratoria
Los
actitudes del patrón cambiaron, ahora el amo baila y canta en el balcón
presidencial. El look para el ejercicio del mando
tiene que ser otro. El Pro hizo de la teatralidad política un laboratorio para la
moda y el espectáculo. Entre los datos que se desprenden del informe se
reconoce una variable generacional: la mayoría de los miembros del gabinete
rondan los 50 años. El ataque al setentismo de los anteriores -cargados de
historia, lenguajes densos, formas anticuadas, herencias del pasado- se
corresponde con la modernización integral de la vida institucional. Los
amos-chetos también necesitan optimismo y retiros espirituales. La ocupación
del Estado por el ethos empresarial es un cambio de mando que,
además, conlleva otra modalidad de la historia. La memoria se removió como
lugar de disputa.
El nuevo empresariado
llegó cargando sus técnicas y saberes de la gestión neoliberal. Ese era el
entusiasmo inicial en los mejores, los que ganaron su competencia hicieron bien
las cosas con sí mismos, se vendieron y ganaron su carrera: al ser convocados
por Macri, sesenta de ochenta y seis funcionarios que ocupaban cargos en el
sector privado, eran CEO’s de sus compañías.
La
“puerta giratoria” fue transfusión de conocimiento y tiempo de trabajo de las
corporaciones privadas –en buena medida ligadas a la reproducción financiera o
las economías extractivas- al Estado. El gobierno de Cambiemos es la tensión
entre los progresistas de la modernización permanente y los conservadores
atados a la vida institucional y la pesadez de las leyes.
El 75
por ciento de los funcionarios del gobierno tienen estudios universitarios
realizados. El 42 por ciento suma algún posgrado. El 78 por ciento de ellos se
formó en alguna carrera vinculada a las ciencias económicas, el derecho o las
ingenierías. Sin embargo, el núcleo del saber jurídico como concentración del
poder en la postdictadura se quebró y no es unánime. El poder de los abogados
va abriendo paso al de los financistas. Las ciencias económicas superan
levemente a las jurídicas en la provisión de cuadros. El paso del legalismo
conservador y demoliberal al financierismo apolítico del progresismo neoliberal
es un foco de tensión permanente al interior del frente.
Los
recambios de funcionarios y las negociaciones entre el Pro, el radicalismo y la
Coalición Cívica, van agitando y componiendo esas relaciones. El choque de
empresariados que se produce en las elites argentinas es el reemplazo de la ley
del papel por la del código abstracto. El factor radical vino siendo un peso
para el gestionismo Pro que supone otra organización para la regla madre de
consumo: “el que tiene, puede”. El paso del oprimido al exprimido, sacrificio y
derechos, consumo sin política, música ambiente en los shoppings. La mayoría de
los cuadros económicos llegaron al área de Energía, Producción, Agroindustria,
Hacienda y al Banco Central. Casi todos provienen de los sectores “pujantes” de
la economía de la deuda: el bancario y financiero, el energético y de servicios
como seguros, consultorías y grandes estudios jurídicos.
Los acuerdos y manoseos
con la pata judicial del bloque de poder –el ámbito de la razón pura- no
siempre consiguen mantener el equilibrio. La adultez prudente de la Justicia es
un lastre para la juvenilia modernizadora del empresariado chic. Los jueces aplican
el tecnicismo de la lógica administrativa y, al igual que los empresarios que
ocupan el Estado, hacen política como si no fueran políticos. Las justas
decisiones para el orden económico-moral frente a las elecciones acertadas del
negocio financiero. La administración de las cosas se aplica sobre la
intensidad de las vidas: se fijan los protocolos de emergencia, los marcos de
condicionamiento, las reglas de juego claras y precisas. El conflicto es negado
como algo constitutivo de lo social: se puede limpiar y estabilizar. Se buscan
soluciones, no problemas. La transformación institucional, económica y política
es una instancia del gobierno de los afectos, las vidas mismas puestas a
circular y generar rentabilidad.
La
alianza inestable con la corporación judicial –otro de los actores del Proceso
que resultó impune de los juicios, por ser la institución que los encausó- fue
vertebral para el desmantelamiento de la Unidad de Información Financiera, la
reorientación del combate al delito por fuera del radio de influencia gerencial
y la articulación de una economía de la deuda que desciende desde el Estado
hasta la subjetividad ciudadana.
Los
jóvenes de hoy en día
Esos
jóvenes empresarios que saltaron a la política por lo general son porteños o de
la Provincia de Buenos Aires. El 28 por ciento de los funcionarios estaba
trabajando en el gobierno de la Ciudad en el momento de su designación. Las
carteras en donde se dio más fuertemente la porteñización -señala el informe-
son la Jefatura de Gabinete, las Secretarías de la Presidencia y los
ministerios de Modernización e Interior que, a su vez, concentran el 65 por
ciento de los CEO’s que integran el equipo de gobierno. Además, el gabinete
inicial revela un peso sustancial de dirigentes formados profesionalmente en
las grandes corporaciones argentinas: AACREA, Sociedad Rural, Confederaciones
Rurales, COPAL, CONINAGRO, UIA. A diferencia de los CEO’s, su radio de
influencia abarca fundamentalmente las carteras de Agroindustria y la
Producción.
La desigual distribución
de género es otro rasgo que resalta el informe: las mujeres representan solo el
22,6 por ciento del gabinete y ocupan generalmente los puestos más bajos el
escalafón sin lograr romper el “techo de cristal” que se conforma. De 83
mujeres, solo tres tienen cargo de ministra: Carolina Stanley, en Desarrollo
Social; Patricia Bullrich, en Seguridad; y la canciller Susana Malcorra. El 66
por ciento se desempeña como subsecretaria.
Otro de
los aspectos destacables es el grado de participación en fundaciones, oenegés u
otras organizaciones académicas, profesionales y religiosas. La socialidad y la
politización de los cuadros técnicos del Pro se canalizan por esas vías
paralelas a lo estatal. Los dirigentes vienen de fundaciones orgánicas como
Pensar, Grupo Sophia y Creer y Crecer, pero también de otras de perfil
académico como el CIPPEC o de matriz religiosa. En cambio, solo el 17 por
ciento tiene participación partidaria comprobada.
“¿Cuáles son los argumentos
que se esgrimen públicamente para justificar su incorporación a la gestión
pública? La supuestaexpertise, ‘eficiencia’, ‘modernización’ que
traerían a la gestión estatal. Se argumenta que, si construyeron carreras
laborales exitosas en el mundo privado, son ‘los mejores’ -‘meritocracia’-;
que, como ya gozan de posiciones acomodadas, no se enriquecerán a costa del
erario público; que, como no provienen de la política partidaria, tendrán
independencia para aplicar criterios de gestión tecnocráticos”, exponen los
autores del informe. Y agregan una serie de riesgos que implica esta
reformulación de lo público: a) el sesgo antiestatal, antipolítico y promercado
que impregna la ideología de los CEO’s y gerentes; b) las lealtades que traen
al seno del Estado y del Gobierno quienes desarrollaron sus trayectorias en el
sector privado, aumentando la probabilidad de conflictos de intereses y la
permeabilidad a las presiones de los actores económicos; c) las dificultades
para cohesionar un cuerpo de funcionarios caracterizado por compromisos
políticos débiles; y d) la extrapolación de criterios organizacionales propios
del management a la administración pública.
Las articulaciones entre
la elite económica y la política fueron mutando a medida que se recomponía la
estructura productiva de la Argentina. El sinceramiento de Cambiemos reclama
que se reconozcan las nuevas primacías. El reclutamiento de funcionarios
manageriles es una etapa necesaria del reacomodamiento de las elites. El
gobierno de Macri rediseñó la estructura organizativa del gabinete: “El número
de ministerios aumentó a 20, más las SP y la JGM; se implementaron algunos
cambios de denominación, en muchos casos por modificaciones funcionales en las
carteras; y el ‘área económica’ fue fragmentada en varias carteras
-Agroindustria, Energía, Hacienda y Producción-. Además se desmanteló el otrora
importante Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios,
y se creó el de Modernización, cuyas funciones no son totalmente novedosas pero
fueron rejerarquizadas en el nuevo diseño organizacional. Este incremento en el
número de carteras fue acompañado por otro en la cantidad de secretarías y
subsecretarías -especialmente en Agroindustria, Producción, Modernización y la
JGM-, resultando en un total de 367 cargos jerárquicos ocupados por 364
individuos”, apunta el Observatorio.
El sueño
de la elite posthumana
Las avanzadas de
reconversión productiva de la Argentina siguen los lineamientos de las formas
novedosas de valorización. Cada territorio produce lo suyo, cada uno se ocupa
de su negocio. La concentración de las cadenas y el refuerzo de las
dependencias recíprocas y descendentes, son la tónica que adquiere ese proceso
que sucesivamente degrada la mano de obra y erosiona el trabajo, a la vez que
consolida jerarquías: la pirámide afirma un pináculo de especialistas de
elevada formación -con velocidades de ascenso variables según la gestión que se
haga del recurso humano propio- que se apoya en una base de trabajo
ultraprecarizado y en vías de extinción por la acelerada automatización.
El posiluminismo del Pro
imagina un mundo de competencia y circulación. Pero los rangos de movimiento
son diversos y las capacidades no se adquieren equitativamente. El “acceso” y
la “credibilidad” se vuelven factores claves del nuevo estatuto ciudadano:
poseer capital y ser apto para contraer crédito. La confianza se deposita en
una racionalidad administrativa despojada de todas las “falsas ilusiones”. Lo
humano se retrae al mínimo vital. La digitalización es una esperanza técnica
que promete la solución absoluta de los problemas. Es una instancia de
evolucionismo corporativo: verticalización y transnacionalización, circulación
sin entropía. El saber multinacional es reproductivo, se nutre de la
inteligencia artificial porque entiende a los cuerpos como territorios de la
técnica financiera. La nueva elite está dispuesta a normalizar y consagrar su
orden. Prueban y retroceden, midiendo hasta dónde les alcanza, hasta qué punto
pueden adecuar las planillas de Excel.
[fuente: http://agenciasincerco.com.ar/]