Memorias de la resistencia: “El Cordobazo” // Mariano Pacheco
¿Cómo
acercarnos a El Cordobazo siendo que hay todo un mundo, un país, una dinámica
social que ya no existen más? Una posibilidad es, valga el juego de palabras,
la del posibilismo: “ese país en el cual el clasismo emergió ya no existe.
Hagamos ahora lo que podemos”. Eso sí: ante cada fecha emblemática, un homenaje…
También puede optarse por el cinismo liso y llano, y hacer referencias a
cuestiones determinadas, no con conceptos determinados que intenten aproximar
alguna interpretación, sino con términos que no tienen nada que ver. El cinismo
más exacerbado y ramplón, hablando del tema, ha sido la referencia de
“Cordobazo del desarrollo” realizada por el Ingeniero Macri. Claro que se puede
ser un nostálgico de buenas intenciones, pero ya sabemos, pedreado de buenas
intenciones está el camino hacia el infierno. Y no se dice nada porque queda
mal, hay algo de culpa que nos agarra a la hora de cruzarnos con los
nostálgicos, pero temo que deberé decirlo: toda referencia hacia el pasado
“glorioso” como algo siempre mejor que nuestro presente es una postura
reaccionaria. Por más que se ensalce un “pasado revolucionario”. Cada
generación debe medirse con su tiempo, y si de revoluciones se trata, habrá que
ver, que descubrir, que ensayar qué cornos sería una revolución en nuestra
época. Sí, sí, ya sé: está la de “la alegría”, pero temo que hablo de una
revolución que se llevaría puesta todas esas sonrisas.
***
El
Cordobazo -como el 17 de octubre de 1945, o las movilizaciones de junio-julio
de 1975 en repudio a “El Rodrigazo”- es un hecho que se caracteriza por ser
mucho más que eso: un hecho histórico. Como acontecimiento político marcó un
momento de llegada, y a su vez, un momento de partida. Fue una bisagra. Una
“grieta” se diría hoy en día (¡podbre Gilles Deleuze!). La bibliografía
historiográfica es abundante, así que no nos meteremos aquí en los confines de
la historia. Solo destacar que El Cordobazo dio inicio a uno de los momentos más intensos
de la lucha de clases en nuestro país. Se sabe, pero a veces se toma con
liviandad: el clasismo sindical y la lucha armada como una “vía viable” hacia
la transformación radical de la sociedad son sus consecuencias más directas,
con todo lo que ello implica, con las implicancias represivas que tamañas
apuestas tuvieron que enfrentar.
¿Entonces?
Y entonces que no es fácil rememorar El Cordobazo en este contexto. Ya ni
siquiera ante un afán de amnesia histórica como promovía la derecha más clásica,
sino ante una que mezcla de todo con todo. Y ante un “memorialismo” que a veces
funciona más como lastre que como un punto a partir del cual agarrarnos para
trazar una genealogía crítica. Sí, ya sabemos: “no nos derrotado, no nos han
vencido” y toda esa sanata. ¿O no es sanata si se canta como cliché y después
se tiene una política conformista con el orden existente?
Necesitamos
de la historia, sí, pero también deberíamos activar ciertos olvidos. Dejarle un
poco de espacio a la invención en el presente. Si los grandes momentos y las
grandes figuras del pasado nos aplastan no nos sirven. Sólo deberían ser
tenidas en cuenta para inspirar nuevos soles, nuevas rebeldías.
Tal
vez haya más Agustines entre los adolescentes y jóvenes que se toman en serio
la lucha por la educación pública en la argentina de hoy; quizá haya más
potencias subversivas en las doñas que cortan calles y se movilizan reclamando
salario social para sus trabajos realizados en el marco de una economía popular
teñida por la precarización (la “herencia neoliberal” para “los empoderados” de
ayer), que en tantos supuestos homenajes consientes a Tosco y El Cordobazo.
Tuvimos
nuestro 19/20 de diciembre, pero cada más amenaza con ser mera historia.
No
estamos en dictadura. Al Ingeniero lo votó no solo la clase dominante –que es
minúscula en cantidad- sino amplios sectores de ese pueblo que hoy mira un poco
con asombro, un poco con disgusto, un poco con confusión todo lo que está
pasando. Tu amigo, amiga, vecino, compañera de trabajo o de estudio. El que
putea ahí con junto a los negros y todos esos que putean a la negrada que
putea.
Ya
está: ahora resta ver si lo que sigue es el juego respetuoso de los consensos o
si, por el contrario, estamos dispuestos a quebrar los consensos que nos impone
la época. Ahí encontraremos puntos de contacto auténticos con El Cordobazo.