Entrevista a Sandro Mezzadra: “El 15M quemó los espacios para la extrema derecha” // Martín Cúneo


Cansadas de esperar en el campo griego de refugiados de Idomeni, más de 2.000 personas iniciaron el 14 de marzo un viaje hacia el norte, atravesando campos y ríos. “La marcha de la esperanza”, la llamaron. Consiguieron dejar atrás los controles policiales y cruzar la frontera con Macedonia. La descripción de los refugiados como víctimas de la guerra, de la pobreza, de las mafias hace años se ha quedado corta. Ya lo decía hace dos años el activista, escritor y realizador Gabrielle del Grande cuando describía el fenómeno de la migración a través del Mediterráneo como “el mayor movimiento de desobediencia civil a las leyes europeas”.

Desde entonces, la llamada “crisis de los refugiados” no ha dejado de dar la razón a todos los que trabajan desde hace años en extender la visión de la migración como un movimiento social. Entre ellos, Sandro Mezzadra, profesor de Teoría Política Contemporánea y de Estudios Poscoloniales en la Universidad de Bolonia (Italia), que visitó Madrid en el marco del Encuentro Procesos Constituyentes organizado por la Fundación de los Comunes.

La UE ha comenzado la deportación de refugiados a Turquía. ¿Qué significado tiene en la historia reciente europea?

Sandro Mezzadra: Esta crisis ha sido definida en el debate público como una crisis de los refugiados, pero de hecho ha sido una crisis del régimen europeo del control de las fronteras. Por un lado, ha habido imágenes terribles, murieron unas 5.000 personas el año pasado cruzando las fronteras exteriores del Mediterráneo oriental... pero, por el otro lado, ha habido momentos de una fuerza increíble de los propios movimientos migrantes, que de alguna manera han vivido una politización explícita. Si piensas en la marcha de septiembre desde Budapest hasta Austria, en la “marcha de la esperanza”, si piensas en todos los lugares donde hubo concentraciones de migrantes bloqueados por las políticas europeas, también dentro de Europa, como en Ventimiglia, en la frontera entre Italia y Francia, pero también en Calais, siempre hubo una polítización explícita bajo la forma de la reivindicación del derecho a entrar a Europa, en un desafío muy fuerte al espacio europeo en su conjunto.

Se trata de una crisis del régimen de control de las fronteras. Y la reac­ción de la UE ha sido muy fragmentada, sin un plan orgánico para enfrentar esta crisis. Se empezaron a multiplicar los muros en la ruta balcánica, y esta dinámica se reprodujo dentro del espacio de Schengen. El otro día se produjo una gran marcha en la frontera entre Italia y Austria, con choques con la policía, y el Gobierno austría­co está empezando a cerrar la frontera entre los dos países. Con estas pinceladas muy rápidas se ve muy bien cómo la crisis iniciada en las fronteras exteriores se ha convertido en una crisis del espacio de Schengen, en una crisis de la integración y la ciudadanía europea.

Si sumamos esta crisis de las fronteras a las políticas antiterroristas, al auge de la extrema derecha y los recortes, ¿qué tipo de Europa se está dibujando?

Se está dibujando una Europa caracterizada por combinaciones inéditas de neoliberalismo, securitarismo y nacionalismo, con un fortalecimiento de todas las políticas securitarias, con un núcleo neoliberal en las políticas económicas y sociales, que no va a ser desafiado, pero al mismo tiempo existe un fortalecimiento, no sólo retórico sino también muy concreto, del nacionalismo.

España parece una excepción...

Es bastante claro que lo es. Creo que la razón principal es que el tipo de politización que se produjo en España frente a la crisis a partir del 15M quemó los espacios para el desarrollo de extrema derecha. No hay que olvidar que el PP tiene dentro fuerzas de derecha radical. Pero el punto fundamental es esa politización y el cambio de agenda tras el 15M, la fuerza de los movimientos sociales, las mareas, la PAH...

¿Por qué consideras que la migración es un movimiento social?

Hablar de la migración como movimiento social no significar ponerlo al mismo nivel que la PAH o las mareas. Es un movimiento social en el sentido en el que se producen espacios de creación de agenda, espacios de autonomía, de autoorganización de los migrantes. En estos últimos meses hemos visto un proceso de politización de estos movimientos con el surgimiento de nuevas reivindicaciones, de un lenguaje político muy preciso, a la vez que muy sencillo. “No vamos a volver”, “Nos quedamos”, “Somos humanos”... Este tipo de carteles, de reivindicaciones, te dan una imagen muy viva de la potencialidad de la migración como movimiento social. Hablar de la migración como movimiento social no me lleva a romantizar la migración, no me lleva a olvidar las cosas terribles que pasan cada día en el Mediterráneo. Hay que ver la migración como un campo de tensiones donde la subjetividad de los migrantes siempre está en juego. Y los migrantes no son simplemente víctimas.
(Fuente: https://www.diagonalperiodico.net)