El 24 de marzo le queda lejos // Diego Valeriano
Plaza de Mayo le
queda lejos, lejísimo. Igual que el 24 de marzo. Hace un rato se quedó
charlando con los pibes de la básica de a la vuelta que lo invitaron a que
marche con ellos y medio por vergüenza no les preguntó para qué. ¿Cuánta
memoria puede aguantar un pibe?
Los rebotes de la
Memoria, de esa memoria, le son demasiado lejanos. Joel recuerda otras cosas,
lo hace con todo el cuerpo, sus percepciones sensoriales son aprendizajes a
fuego. Sabe que tiene que cuidarse de la policía, por su hermano sabe que en el
penal te tenés que hacer respetar, sabe que la escuela no puede nada y que los
políticos son todos cagadores. Aunque a Cristina la quiere.
Antes iba a los
actos de la municipalidad, pero de un tiempo a esta parte no lo hace más, los
llevaba Cepillo. Se divertía un poco, comía algo y le daban unos mangos.
Bastantes menos de los que ganaba Cepillo por llevarlos.
Mientras camina a
la estación de Bosques le rebota la frase “terrorismo
de estado” que le dijo unos de los flacos y casi sin proponérselo se
acuerda cuando la policía mató a Renato dejándolo tirado en el andén, piensa en
su tía que se desangró en la guardia del hospital sin que la atendieran y, como
siempre, vuelve a preocuparse por su hermano que la cagó y ahora no la pasa
nada bien.
Su memoria es de
corto plazo, pero de una persistencia brutal. No olvida, no perdona, no se
reconcilia. Nunca se va a reconciliar con el policía que dejó ir al marido de
su mamá después de cagarla bien a palos. “Cosas
de parejas”, le dijo mientras él y su hermana juntaban los pedazos de mamá
tirados en la vereda. No olvida la cara de Renato cuando muerto de miedo le
dijo que se tenía que ir porque el jefe de calle le había jurado que lo iba a
matar. Nada se puede olvidar, ni la lágrima tatuada, porque era más que un
hermano. No puede perdonar que su viejo los dejó solos ni bien nació Ludmila y
nunca más apareció.
Sabe que el
olvido es una mentira. Todos los días aparece. ¿Por qué tendría que haber un
día especial de la memoria, si todos los días son el día de la madre?
Hace unos pares
de años, los pibes de la básica lo llevaron a la Universidad de Varela. Era una
charla que daba una viejita con pañuelo blanco. Remotamente había oído hablar
de las Madres de Plaza de Mayo. El amor que salía de esa vieja le hizo acordar
al amor de su mamá por ellos tres: por él, por Ludmila y por Sebastián, que
aunque esté en el penal y sea un infinito garrón visitarlo, ella va casi todas
las semanas.
Seguramente Plaza
de Mayo es lejísimo, tanto como la dictadura, los militantes, los obreros, el
terrorismo de ese estado, esos desaparecidos y la patria socialista, un mundo
tan increíblemente ajeno a él, del que no tiene información y ni siquiera
quiere imaginar. Siente la obligación de acompañar a los pibes que le hicieron
conocer a esa madre que ama tanto como su vieja. “Si no hay amor que no haya nada entonces, alma mía” repite una y
otra vez mientras llega a la estación, su memoria se enciende y descubre que en sus nervios hay mucha más
información del futuro.