Los gerentes del capital. Entrevista al economista marxista y sinólogo Gérard Duménil. Por Veronica Gago
Economista de
formación, investigador del Centro National de la Recherche Scientifique de
Francia, apasionado sinólogo y autor de numerosos trabajos sobre capital
financiero, Gérard Duménil estuvo en Buenos Aires con una doble tarea:
participar del encuentro Ecologías Políticas desde los territorios (Centro
Franco Argentino-UBA-IDAES-UNSAM) y presentar su flamante libro La gran
bifurcación. Acabar con el neoliberalismo (Katz), co-escrito con Dominique
Lévy. Centrado en el estudio del neoliberalismo a partir de fines de los años
70, su objetivo es definirlo como un fenómeno de clase.
–¿Qué lugar ocupan los cuadros?
–A finales del
siglo XIX y principios del XX empieza en Estados Unidos un fenómeno nuevo que
se llama la revolución del management: al ser tan grandes las empresas, un
dueño capitalista ya no puede gestionarla. Se forman nuevos grupos –los
cuadros– de trabajadores asalariados, pero no de producción, sino pagados por
el capitalista para maximizar sus ganancias. En términos marxistas, hay un
problema de transformación de las relaciones de producción porque la relación
del dueño respecto de su propio capital se transformó por la nueva manera de gestionar.
–¿Se trata de un nuevo rol de la gestión en
el capitalismo entonces?
–Esto significó
una transformación básica del capitalismo en términos de eficacia: la
introducción de los cuadros transforma el taller y la fábrica pero también los
comercios. En términos de clase es muy importante porque después de la Segunda
Guerra estos cuadros asumen la preocupación por la empresa en desmedro de los
intereses de las clases capitalistas. Estábamos entonces en un mundo de
protección social y de progreso y los datos muestran que los ingresos de las
clases capitalistas disminuyeron por entonces. Con el neoliberalismo, las
clases capitalistas entran en alianza con los cuadros –en particular, con los
de mayor jerarquía. Es un nuevo tipo de alianza por la cual se transforma todo
el sistema y las políticas pasan a ser manejadas por las empresas, y el impulso
al libre movimiento de capitales es la prioridad. Todo esto hubiese sido
imposible sin los cuadros, cuyos ingresos aumentan de manera abismal.
–¿Cómo afecta este planteo a un concepto
como el de lucha de clases?
–En la teoría de
Marx se decía que los dueños del capital se apropian de la plusvalía. Nosotros
pensamos que a través de los salarios altos, los cuadros también se apropian de
una parte del trabajo global de la sociedad. En este sentido los cuadros son
una clase y hay también un proceso de explotación. Este es el aspecto
revisionista de nuestra teoría, al que muchos marxistas consideran demasiado
fuerte. Nosotros analizamos lo que pasó en los países que se reclamaban
socialistas también en estos términos: si el eslogan de la Unión Soviética era
“todo el poder a los sóviets”, después fue “todo el poder a los cuadros”. La
lucha fue heroica porque representaba una alianza revolucionaria entre el
pueblo y los líderes pero muy rápidamente, tanto en la URSS como en China, los
líderes se transformaron en una nueva clase dominante. Entonces, esta teoría de
los cuadros explica la historia del capitalismo pero también la del socialismo.
–Aunque hablan de gestión, la
conceptualización de estos cuadros refiere claramente a atributos políticos y
no meramente técnicos…
–Sí, porque son
una clase y su papel es clave en el Estado. Por supuesto el Estado tiene una
relación con las estructuras de clase y, de hecho, es dentro de las
instituciones estatales donde se van a definir y se deciden compromisos y
dominios entre las varias fracciones de clase. En el Estado de bienestar
podemos decir que existía un compromiso entre cuadros y clases populares, y en
este sentido las clases populares desempeñaron un papel para la reforma social.
El cambio neoliberal, entonces, también se expresa en el Estado bajo el cambio
de alianza del que hablamos. No se llega al neoliberalismo sin ciertas
políticas de Estado, por eso el Estado neoliberal es un Estado fuerte.
–¿Cuál es el papel de las instituciones
financieras a las que ustedes ponen en un plano fundamental?
–Lo que llamamos
finanzas son las clases capitalistas y sus instituciones financieras. Marx ya
había entendido esto. Las clases capitalistas primero tienen el apoyo de los
cuadros y esto acontece dentro de grandes empresas financieras. En el libro
mostramos que en la cima hay un núcleo de grandes empresas financieras que se
poseen mutuamente. Es toda una familia. ¿Y quién hace el trabajo de manejar las
acciones de los capitales? Los cuadros financieros que reciben salarios muy
elevados y así controlan todo el sistema productivo. Del otro lado, en estas
empresas, están los consejos de administración, que son otros ejecutivos. Esto
es lo que llamamos interfase propiedad-gestión: la articulación de estas grandes
empresas financieras y los consejos de administración. Con el neoliberalismo,
son los cuadros de las empresas financieras los que controlan esos consejos y
logran imponer sus reglas que básicamente es una: maximizar las cotizaciones
bursátiles. Y esto se debe hacer con la ayuda de los fondos buitre. Se trata de
un sistema muy eficaz, con una historia institucional que no busca el
crecimiento sino el incremento de las cotizaciones bursátiles de los ingresos
de las clases altas.
–¿Cómo se estructura la fuerza de las
clases populares cuando la subjetivación asalariada no es la misma que en los
llamados “treinta gloriosos” (1945-1975)?
–Nosotros usamos
este concepto de clases populares para simplificar porque basta una estructura
con tres elementos: las clases capitalistas y sus instituciones financieras,
los cuadros y las clases populares (que son clases de obreros y otros tipos de
empleados diversos). El problema en el cual estamos ahora es la muerte de las
utopías por fracaso de los movimientos de emancipación. Esto lleva a que en las
clases populares no haya hoy proyecto de transformación radical de la sociedad.
Y esto forma parte de la victoria de las clases superiores. El neoliberalismo
como proceso de globalización ha colocado a todos los trabajadores del mundo en
una situación de competencia para acabar con las conquistas sociales y, por
ejemplo, atacar la capacidad de compra de los sectores populares.
–¿No les ven a los movimientos actuales
capacidad de transformación?
–Sí, claro. Pero
América Latina no es como Francia. Aquí hay discursos donde se habla de los
problemas como problemas del capitalismo y eso permite al menos pensar un más
allá del capitalismo (N. del E.: se refiere a una sesión del encuentro
“Ecologías políticas desde los territorios” que tuvo lugar en la fábrica
recuperada Cooperativa 19 de Diciembre, en Villa Ballester). Hablar hoy de
socialismo no es una solución, sino parte del problema. No basta tampoco con
proclamarnos ecologistas, feministas, etc. Necesitamos entender cómo generar una
nueva proyección utópica.
–¿Cuál es el papel de China?
–China es un
país que está levantando al capitalismo sobre el liderazgo del Partido
Comunista. Dentro del partido, hay grandes capitalistas. También son
nacionalistas, como Estados Unidos. Ellos analizaron muy bien la historia del
mundo y en particular la historia soviética y entonces saben de la importancia
de la unidad del territorio. El aspecto nacional de poder, en este sentido, es
decisivo. Su transición hacia el capitalismo es bastante lenta y sus nuevas
clases capitalistas opinan que vamos a ver una transformación radical,
especialmente vinculada al papel de su Bolsa.
–¿Cómo lee la caída reciente de la Bolsa
china?
–La única
respuesta es la ralentización de la economía china. Lo que conviene explicar es
el alza impresionante que precedió a la actual caída. Este aumento no es el
primero. Entre abril de 2006 y septiembre de 2007, el índice había saltado de
1000 a 6000, para volver a caer hasta 3000. Estos movimientos hacen pensar en
las transformaciones de la economía japonesa. El índice Nikkei había llegado a
su punto más alto en diciembre de 1989, al término de un alza de igual
amplitud, justo antes de caer exactamente en las mismas proporciones. Mi
interpretación de estas subidas es que una fracción de la opinión financiera
china e internacional da por descontado un gran cambio de orientación similar a
aquel que vivió Japón hacia un capitalismo maximizador de las cotizaciones
bursátiles. Pero tal cambio no se produjo, o va demasiado lento para los
especuladores, ya que las riendas aun las lleva el gran Partido. De ahí la
caída.
–¿Cuál es la eficacia de hablar de
izquierda y derecha tal como lo hacen en el libro?
–Izquierda y
derecha deben entenderse en relación a la estructura de clases y sus
compromisos. El compromiso entre clases populares y cuadros a la salida de la
guerra fue de izquierda. El compromiso del neoliberalismo entre clases altas y
cuadros financieros es de derecha. Necesitamos un nuevo compromiso entre clases
populares y cuadros.