Con el voto griego comienza el final del protectorado financiero alemán sobre Europa
por Franco
Berardi
Casi no puedo creer
la violencia que tengo bajo mis ojos: la violencia con la cual la Unión Europea
agrede al pueblo griego, que busca sustraerse del dispositivo
colonial-financiero de la Unión mientras se arriesga a ser ahogado por la
presión homicida de los colonialistas de Berlín.
La culpa intelectual
más grave por la cual me reprocho a mí mismo: la de haber creído por tanto
tiempo que la Union Europea era algo distinto a lo que realmente es: un
dispositivo diseñado para imponer el modelo neoliberal en un continente que,
hasta hace pocos años, salvaguardaba algunas de las características de la
solidaridad social del siglo pasado y, por lo tanto, destruir la única
esperanza de civilidad social que quedaba en el mundo.
Se ha utilizado la
deuda como instrumento de colonización económica: crece mientras más se paga,
destruye o privatiza los recursos sociales y transforma la riqueza producida
socialmente en valores meramente financieros.
Angela Merkel dijo
recientemente que Europa, con el 7% de la población mundial y el 25% de los
recursos, tiene el 50% de los gastos sociales a nivel global. Se necesita, por
lo tanto, recortarlos sin piedad si deseamos seguir siendo competitivos. Ese
50% significa casi nada: ¿cómo comparar los gastos sociales de los países
europeos con las formas de comunitarismo que existen en la India, el estatismo
chino, o la persistencia de las economías pueblerinas en gran parte del
continente africano?
Sin embargo, es fácil
entender las pretensiones de la Merkel: si Europa quiere seguir siendo
competitiva hará falta destruir la vida de millones de personas, y no solamente
en Grecia. El modelo competitivo del capitalismo implica la devastación de la
vida de gran parte de la población planetaria: esta es la misión esencial de la
Unión Europea.
El hecho de que la
potencia colonial europea sea Alemania no es irrelevante. No creo en la
existencia de las identidades nacionales, y por ello no creo que Alemania tenga
una vocación natural por el nazismo, pero es difícil ignorar que la historia
cultural de ese país lo predispone a un modelo fundado sobre la preponderancia
de lo funcional sobre lo vivo. Una línea sangrante que va de Lutero a Hegel, y
fluye hacia la nietzscheana voluntad de poder, parece indicar que el pueblo
alemán encarna una misión confiada por un dios que hoy toma la forma de
algoritmo financiero.
La misión del pueblo
alemán reside en esta combinación de ordoliberalismo y sensación de
superioridad espiritual que en otros tiempos se llamó nazismo. En la época del
nazismo histórico, lo funcional se representó a la perfección en la máquina
militar de exterminio. Hoy se representa como la perfección de la máquina de
exterminio financiero. El pulso repugnante de la vida se identificó, en
aquellos tiempos, en la ambigüedad huidiza de los hebreos: hoy se le observa en
la pereza y poca fiabilidad de los pueblos mediterráneos.
Un colonialismo
financiero fundado en la superioridad de lo funcional sobre lo viviente: esto
es la Unión Europea. Y una entidad como ésta no puede ser reformada. Pero, por
otra parte, tampoco puede abandonarse simplemente, como quisieran las ánimas
simples que proponen un regreso a la lira o a la dracma. Hay que destruirla
para volverla a construir sobre la base de la solidaridad social: ésta es
nuestra futura tarea política si es que deseamos evitar la barbarie.
Desafortunadamente,
no somos capaces de hacerlo, puesto que no existe un movimiento de social de
autonomía que busque liberarse del capitalismo financiero. Solamente un proceso
traumático podrá, quizás, hacerlo surgir. Y es dentro de ese proceso donde
debemos prepararnos para actuar.
El voto griego
demuestra que la consciencia del carácter devastador de la Unión Europea ya se
está difundiendo, aunque todavía estamos muy lejos de la posibilidad de un
proceso de reconstrucción solidaria de la Unión. Ésta sería posible si
existiera un movimiento consciente que, sin embargo, no existe. ¿Por qué no hay
cien mil estudiantes ocupando las universidades de Europa en contra de la
privatización del sistema educativo impuesta por la austeridad? ¿Por qué los
ciudadanos alemanes no expresaron su solidaridad (más bien reaccionaron con
fastidio) con los treinta mil trabajadores ferroviarios de su propio país,
cuando entraron en huelga por las reducciones de sus horarios de trabajo?
La respuesta es
simple: la Unión destruyó la consciencia civil europea. Y lo que sucederá,
llegados a este punto, es previsible: las formaciones nacionalistas y racistas
se están convirtiendo en mayoría en todas las colonias del protectorado
financiero germánico. Este es el escenario de los próximos años, este es el
efecto que el austeritarismo está produciendo: guerra racista contra los
migrantes por un lado, nacionalismo anti-germánico por el otro.
El comentario político
más inteligente que he leído en estos días es la viñeta de Massimo Bucchi,
publicada el 7 de julio por La Repubblica. Un elegante turbante representa un
guerrillero yihadista junto a la leyenda: “nuestros expertos prevén una
primavera europea.”
Un amigo me pidió no
hacer como Casandra. Pero tal vez se le olvidaba que Casandra no tenía
intención de traer la desgracia: sencillamente preveía el futuro, y sus
profecías normalmente se convertían en realidad, a pesar de que algunos
imbéciles preferían ilusionarse con caballos de madera. Yo no pretendo poder
prever el futuro, pero creo ver bastante bien el presente cuando digo que el
nacionalismo es la única fuerza destinada a crecer, y que el colonialismo
financiero trae la guerra como la nube trae la tormenta.
El referéndum griego
indica una tercera posibilidad más allá de la alternativa entre el dominio
financiero y la guerra nacionalista que se presenta en el horizonte del
continente. Esta tercera posibilidad es una conferencia sobre la cancelación de
la deuda y la activación de un giro que restituya a la sociedad su soberanía
sobre la economía. En el proceso disolutivo que el referéndum griego ha
abierto, es necesario empeñar nuestras energías en la reconstrucción del
proyecto europeo como un proyecto de redistribución de la riqueza y de
reducción del tiempo de trabajo. Ni más ni menos. Si no sabemos cómo hacerlo,
no podremos evitar una guerra yugoeslava a escala europea.