La novela de una casa [1]

por Hugo Savino


Amancio Williams era técnicamente incorruptible. Luchaba por su proyecto hasta el final. Ese es un principio moral y ético que nos dejó a muchos.” 
Jorge Gazaneo

¿Y finalmente, si el arte en lo que tiene de mejor escapase a las ortodoxias? ¿Si las obras de arte fueran heréticas? ¿Si por naturaleza el arte escapara a las vías que le trazan los ideólogos, si viviese fuera de las vías? 
Pierre Soulages

Las llamaradas de dos grandes fuegos encienden las páginas de este libro
Eduardo Stupía (En el prólogo a La casa sobre el arroyo).

Esta casa es la historia de un arquitecto y de los que lo acompañaron. Es una locura de lenguaje. Y Amancio Williams estaba “loco de metáfora” (Henri Meschonnic). Todo arranca en una ensoñación que va hacia una concreción. Daniel Merro Johnston cuenta esta epopeya. La de un artista único. La casa sobre el arroyo (1:100 Ediciones, 2014) tiene una historia, que a su vez entra en la historia de la arquitectura y de la fuerza de un hacer. Es un libro intempestivo. En el sentido en que es de esos libros que nadie espera, como Convoy de Esteban Bertola o el Tejido Joyce de Zacarías Marco. Libros que el academicismo de la modernidad no puede digerir. Centrado como está en el trueque de los esteticismos. Mientras los libros se escriben a su pesar, ellos van de esteta a esteta. La casa sobre el arroyo habla del hacer de un singular. El libro de Daniel Merro está escrito en el movimiento de Amancio Williams, con Amancio Williams. En Mar del Plata – provincia de Buenos Aires se construye esta casa. Sobre un arroyo. Un gesto moderno. No contemporáneo. Moderno no debe confundirse con contemporáneo. Lo contemporáneo sólo pone el ojo en el estilo, en la repetición de lo hecho. Le pone el palo en la rueda a lo desconocido. Sólo ama lo cumplido, y bajo su autoridad. Empuja a la no obra. Cada artista enfrenta a la censura de su época y es su único lector frente a ella: carta de Amancio Williams a Clive Entwistle: “En ese punto radica la diferencia entre mis actividades en Argentina como un arquitecto moderno y las suyas en Londres. Usted está anulado porque no hace nada simplemente porque no hay nada que hacer en Europa, y yo aquí no hago nada porque todo se hace mal. Esto explica la triste paradoja que en un país rico en posibilidades yo me mantengo inactivo en el terreno de las realizaciones.”.

Y Amancio Williams era un moderno, estaba situado, en el sentido en que lo moderno es lo que siempre está actuando. Y no “está ligado a un lugar”. Está en extensión. Del libro de Merro surge un artista que está en lucha contra lo contemporáneo – que no le deja ejercer su modernidad. Merro acentúa esta singularidad Williams. Nos da el recitativo de la poética de una casa. Que se construye en ese contra. En ese conflicto. La poética de un arquitecto que construye contra el estilo de su época, porque él sólo tiene su obra. No tiene ningún estilo. Por delante, únicamente la aventura de lo que no conoce. Williams es un actor y un testigo de la historia de la arquitectura, en implicación recíproca, esa es su utopía. De La casa sobre el arroyo a “una fuga hacia adelante. Despertó su interés por el urbanismo con una mirada mesiánica y totalizadora del territorio” (Merro). Es la fuerza de este libro. Contar esa fuga infinita, incumplida. Que no está del lado del realismo – donde los libros se cuentan por teléfono. Daniel Merro escribe lo irreductible de un ritmo. Nos pone en la relación de la construcción de la casa, en la casa, y en nuestro punto de vista. Una tríada anudada. Y su subjetividad se entrelaza con esta historia, de una casa, de lo político y de la ética. De un arquitecto. No es un libro de distancias, de narración, de descripciones. Es un libro de perlas digresivas. Incrustaciones. Tiene la carga del que ya fue elegido por su artista. Y escribe. Y le va poniendo nombre a cada etapa de la construcción. Desfilan todos los protagonistas. Incluso los antagonistas de Amancio Williams. Se nombran todos los materiales. Los nombres se hacen sugerencia. No es mero catálogo. Cada material tiene su historicidad. Cada participante su vida histórica. Merro pone a trabajar los documentos como piezas de su libro. El Diario de la obra. 27 de julio de 1945 del propio Williams “escrito con lápiz sobre un papel borrador plegado” (Merro) es un fragmento de la actividad de acordarse que atraviesa este libro. Fuera de género. Que explora un pasado reciente y lo hace nacer hoy. Lo pone a trabajar. Construye y compone la escena que fecha el 22 de julio de 1920, pero acá las fechas no son origen, son funcionamiento. El incentivo de una épica. La de Amancio Williams. La de su equipo. La épica de “un arquitecto que se salía de su época” (Merro).