Regular
por Fernando Stivala
el ritmo de tu
respiración.
respiración regulada;
para que no te ahogues sin
aire,
ni te inundas de bocandas
de aire frío que te dejan sin voz.
Ese ritmo...
Un tal Giovanni Rossi (Cardias) cuenta: “Querer bien es la
forma fisiológica, normal, común, del afecto. Querer bien, oscila entre los 20
y los 8 grados del centígrado del amor; más bajo está el capricho, la simpatía
de un día, de una hora, que (gentil y ligera) llega, besa y pasa; más alto está
la locura sublime o la ridícula estupidez. Querer bien es una mezcla apetitosa
de voluptuosidad, de sentimiento y de inteligencia, en proporciones que varían,
según los individuos que se quieren bien. En conclusión, “querer bien” me
parece que es lo que debería bastar a la felicidad afectiva de la pobre especie
humana”
Regular
es dar todo cada vez.
Entre 8
y 20 grados no es ser tibio.
Es
estar frío y caliente en simultáneo.
Regular,
armar protocolos.
Armar
protocolos, estar frío.
Estar
frío no es lo mismo que estar frígido. Estar frío es organizar los encuentros.
Para organizar los encuentros es necesario una obviedad: que haya encuentros.
Esto
solo ocurre si hay sensibilidad.
Sin
ritmo no hay posibles encuentros.
El
estar frío organiza el estar caliente.
Organizar
la temperatura para no quemarse, ni sofocarse.
No se
trata de enmudecer los cuerpos para que no sientan.
No se
trata de garantizar la humillación de los cuerpos a través de la educación de
la vergüenza.
No se
trata de pedir permiso, insensibilizarse, ni sonrojarse por ponerse colorado.
Eso lo
dejamos para el estar frígido.
Entonces,
estar frío es organizar los encuentros calientes.
¿Cómo
el pensamiento puede ordenar los afectos?
Encaminándolos
hacia la línea de la potencia.
No es
cartesianamente pensar en abstracto. Lo puedo hacer porque el pensamiento surge
de la economía de las pasiones. Ponerse a favor de las pasiones alegres.
Ser capaz de pensar: conquistás potencia, luego
la ordenás.
Regular
no es ser tibio, descomprometido, robot, ni déspota.
Es
parar la pelota para pensar.
Parar
la pelota no supone el cuerpo ausente, sino un cuerpo expectante, presente en
frío y caliente a la vez.
Un
desvío.
Riquelme no juega para la simpatía de un día, la gilada o los
falsos ídolos como el caso del “ogro” Fabbiani en River y tantos otros. Tampoco
para la locura sublime como el ejemplo del “loco” Palermo que a fuerza de garra
y corazón puede quedar en la historia de boca, pero no en la historia del
fútbol.
Román es fútbol, al que le guste ese juego tiene que gustar de él,
son lo mismo. Sino hay que hablar de otra cosa: de hinchadas, de gaste, de
fuerza, de maratones; pero no de fútbol.
La eternidad, entendida como fuera de tiempo y no como algo para
siempre e inmortal, solo es para los que viven/piensan/juegan a lo Román.
La pregunta es ¿quién está a la altura de pensar la jugada y dar
el pase a la vez?.
Como Dios es Inmanencia; para Deleuze Spinoza es el Cristo de los
filósofos y el resto no son más que apóstoles que se alejan y acercan de ese
misterio; Román entonces, es el futbolista de la inmanencia, el Cristo del
Fútbol.
Estar
presente en frío y caliente es estar presente en cuerpo y mente a la vez.
No como
dogma repetido, sino preguntándose en situaciones concretas como opera, con que
criterios.
¿Cuándo
puedo organizar los encuentros?, ¿cuándo puedo regular?
¿Cómo
el pensamiento puede ordenar los afectos?
Una
buena idea no tiene poder sobre las pasiones. Tiene fuerza solo si se enlaza
con el deseo.
Sin
ritmo no hay nada para hacer con los protocolos. Sin ritmo no hay nada que
regular.
Los
discursos no tienen potencia por ser racionales.
El
ritmo tiene que ver con los agenciamientos.
La idea
de Clinamen de Epicuro cuenta que para que haya encuentro los átomos se
tocan por una leve inclinación de alguno. En ese espacio, también hay
velocidades para el acontecimiento. En velocidades muy discordantes el choque
no se produce, o uno se lleva puesto al otro.
Entonces
la inclinación cobra sentido con el ritmo.
El
mundo regula.
La
respiración regula para no ahogarse y para no inundarse de bocanadas que
enferman los cuerpos. Ella encuentra su ritmo.
Las
olas encuentran un ritmo para fundirse y penetrarse unas con otras, parecer un
mismo cuerpo que sin perderse en la homogeneidad del mar cobran fuerza
monstruosa de varios brazos.
Otra
pregunta:
¿Cómo
encontrar continuidad en los cuerpos para generar mayor potencia sin perderse
en el todo? En el ritmo, de a momentos, con algunos destellos.
Surfear
para componerse con la ola, llegar a la cresta, luego romperse, y volver a
remar.
Continuidad
es composición de cuerpos con cuerpos.
Con-fundirse.
Regular
no es quedarse con las ganas. Es mantenerlas sin la tiranía de la repetición.
Regular
no quita, ni negocia. Solo da dentro de las reglas del juego.
Manada
de Lobxs dice: “Encontrarse no es chocarse con
otro, apretujada en el subterráneo de estas ciudades, sino experimentar las
distancias que nos anudan a una suerte común contra este mundo tal como lo
conocemos. La manada que vive en los cuerpos singulares suspende el juicio
moral, mediante actos de brujería, aúlla a las aliadas que están siempre ahí
temporariamente. Tal vez una vela que se consume por ambos extremos no arda
toda la noche, pero su llama enceguecedora prende el fuego esta noche eterna,
y, ay, qué hermosa luz nos comparte. Cuando dos o más cuerpos afectados
comparten un chronotopos por la misma forma-de-vida no humanista, se
encuentran, tienen la experiencia de la manada, es decir, se enciende el
contacto con la propia potencia. Cuando ciertos cuerpos se inclinan y tienden
así hacia otro, se alza la manada.”
De nuevo, entre 8 y 20 grados.
Debajo de los ocho grados es el choque de los cuerpos en el
subterráneo.
Encima de los veinte grados son los enamoramientos entre media
naranjas o los fanatismos en masa.
Esos calores no te dejan respirar.
Una cosa es que los cuerpos ardan, otra es que se quemen.
Las cenizas son el devenir del incendio.
Regular,
juego de proximidades y distancias entre cuerpos que desean camuflarse en la
eternidad.