"La filosofía no es una disciplina, es una intensidad". Entrevista a Giorgio Agamben
por Álvaro Cortina
Los eclécticos ensayos del filósofo romano Giorgio Agamben (1942) tienen algo de
abrumador. Sus exhaustivos desgranamientos etimológicos son algo más que una
precaución filológica, son un gesto, una retórica estilística propia. Sus incontables referencias, lo exótico, lo variopinto, lo
inesperado, lo amplísimo de su cultura lo convierten, en el terreno de la cita
con nota a pie de página, en lo que en pianística se diría un virtuosso. Sus obras nos pueden llevar
de un oscuro poeta medieval a los cuentos de Kafka, desde los Padres de la Iglesia a un lingüista
contemporáneo ruso,de unas disquisiciones cabalísticas nos podría trasladar,
con fluidez, al pasaje de una carta de Walter Benjamin (a quien ha editado y
traducido). Citas de un lexicógrafo alejandrino del siglo V, de Jung, de
Platón, de Schelling, de Orígenes o de Arendt pueden salirnos al paso en unas
pocas páginas agambenianas, que parecen cristalizar un caudal erudito
inagotable. Innúmeros estudios estrictamente académicos y, usualmente,
Aristóteles y Heidegger acompañan su fértil palabra rectora.
Es un autor inexcusable de la actual filosofía continental. Los ya lejanos textos de Estancias o el posterior Idea de la prosa daban cuenta de sus intereses
estéticos. Con Homo sacer: el poder soberano y
la nuda vida, alumbrado a mediados de los 90, surgió una
serie que le dio, definitivamente, verdadera notoriedad mundial. Entre la
biopolítica (creciente implicación de la vida natural del hombre en los
mecanismos de poder) y la teología política (discurso en torno a los conceptos
teológicos secularizados, como la soberanía y el estado de excepción), entre el
derecho romano, Foucault y Schmidt, aquel discurso de Homo sacer cuenta con momentos de verdadero pathos. Por ejemplo, el tercer
capítulo: "El campo de concentración como paradigma biopolítico de lo
moderno".
La editorial Pre-textos ha ido publicando puntualmente la completa
"serie Homo sacer" hasta hoy, así como la mayor parte de su obra. Anagrama ha
divulgado también sus estilosas inquisiciones en nuestro país (Profanaciones, Signatura rerum). De Hispanoamérica nos llegan títulos agambenianos con
regularidad, como el reciente El misterio del mal. Benedicto
XVI y el fin de los tiempos (Adriana Hidalgo Editores). La última vez que este intelectual
estuvo en Madrid, cuando el Departamento de Filología Italiana de la Universidad Complutense
de Madrid, con el Instituto Italiano de Cultura lo trajeron a dar una
conferencia ("Del libro a la pantalla: el antes y el después de la
obra") una muchedumbre se apelotonó en el paraninfo. Es un verdadero
referente. Su última publicación en España es La
muchacha indecible. Mito y misterio de Kore (SextoPiso, 2014).
- La infancia, presente en su
texto La muchacha indecible, es un tema de gran importancia en su obra, en general.
-La infancia aparece como tema ya en mi libro de 1979 Infancia e Historia. La infancia es la verdadera
imagen de la potencialidad. El hombre se vuelve humano quedándose en la
potencialidad. Se puede decir que el hombre nace
inmaduro, no apto para vivir, pero por eso capaz de todo, es omni-potente, sin ningún destino biológico determinado. Como ha mostrado el
gran anatomista holandés Ludwig Bolk, el hombre es un animal que se queda en
una condicion fetal y esta condición de permanente infantilidad es el
fundamento de la cultura humana, y de su increíble desarrollo tecnológico.
-Hasta Homo sacer (1995) no se aprecia en su obra un intento de sistema filosófico.
¿Era algo que estaba gestando?
Cuando escribí Homo sacer no imaginaba que sería
necesario escribir otros ocho libros para completar la empresa que había
iniciado incautamente. Sabía, es cierto, que se trataba no sólo de
criticar y corregir los conceptos tradicionales de la política occidental, sino
de poner en cuestión y repensar el lugar mismo del objeto de la política. Le daré una noticia que podrá interesar a algunos de sus
lectores: acabo de terminar El uso de los cuerpos, el último volumen de la serie Homo sacer. El trabajo comenzado en 1995
y ahora terminado, finalmente.
-¿Cuál es el motivo principal a
partir del cual se despliega esta serie de ensayos?
-Estoy convencido de que la única vía de
acceso al presente es la arqueología. Podría decir, como Michel Foucault, que mis investigaciones
históricas son la sombra que mi interrogación teórica del presente proyecta en
el pasado. Si la palabra "Europa" tiene un sentido, no podrá ser sólo
político, ni sólo religioso, y menos aún económico. Consiste quizá en esto: en
que el hombre europeo (a diferencia de los asiáticos y americanos, para los
cuales la Historia
y el pasado tienen un significado muy diferente) puede acceder a su verdad sólo
a través de una confrontación con el pasado. Sólo haciendo cuentas con su
historia. Por eso, por ejemplo, estoy dedicado a investigaciones sobre la
historia de la teología. Nuestra cultura está totalmente embebida de teología;
y si no se comprende esto, se seguirán usando categorías teológicas sin
advertirlo.
Filosofía hoy
Las consideraciones y terminologías de Agamben se transmiten en
las universidades. Genera abundante bibliografía secundaria. Ha repartido su
vida docente entre Verona, París, Venecia, Suiza y EE.UU. (varios de sus libros
proceden de seminarios, como la brillante y, de nuevo, abrumadora investigación
paulina de El tiempo que resta. Comentario
a la Carta a
los romanos, editado por Trotta). Se recibe a Giorgio
Agamben como a un gran referente en un mundo académico, en una época sin demasiadas referencias de pensamiento viviente.
-Quería referirme a su
eclecticismo. En cierto sentido, usted, como señalado intelectual del inicio
del siglo XXI, es representativo de un mundo filosófico donde la misma noción
de "corrientes filosóficas" parece casi una ingenuidad. Un filósofo
contemporáneo parece mucho más difícil de catalogar o adscribir a un movimiento
que el de cualquier época previa de la historia del pensamiento. ¿Dónde sitúa
usted su labor?
-Sí he tenido relación con algunos maestros. He tenido el
privilegio de asistir en 1966 y en 1968 a los seminarios de Martin Heidegger en Le
Thor. Y ha sido particularmente viva e importante mi relación con el
pensamiento de Benjamin. Pero para mí la verdadera respuesta a su pregunta es
que la filosofía no es
una disciplina, la filosofía es una intensidad, que, como sucede en un campo magnético o en un campo eléctrico,
puede atravesar cualquier ámbito y cualquier disciplina. Algo estético, algo
religioso o económico puede resultar filosófico en la medida en que se aborda y
se carga con una intensidad más fuerte.
-Por último, habiendo hablado
de su posición filosófica dentro del todo, del panorama, hablemos de ese todo.
¿Cuál es la "situación general" del pensamiento occidental hoy?
-Hoy se habla de crisis, tanto en la economía como en la cultura.
Pero la palabra crisis tal y como es utilizada hoy es un concepto, una palabra
cotidiana, un "password" que sirve para hacer aceptar
medidas que no hay por qué aceptar. "Crisis" significa
etimológicamente "juicio". En la medicina antigua designaba el
momento en el cual el médico debía decidir si el enfermo iba a sobrevivir o a
morir. En teología, "crisis" era el Juicio Final, que llegaba en fin
de los tiempos. Hoy, en cambio, el término se ha escindido de su origen para
pasar a designar un momento temporal determinado, y ha devenido una condición
normal, un instrumento normal de gobierno. Creo que es necesario devolver hoy
su significado original de "juicio decisivo", del cual los ciudadanos
deben reapropiarse.