Diez años de psicoanálisis sin/con Ignacio Lewkowicz
por
Raquel Bozzolo
Este
viernes 4 se cumplen diez años que murieron Ignacio y Cristina, su compañera y
muchas veces copendora. Muchos recuerdan a Ignacio, otros han leído o han
recibido retazos de su pensamiento singular, algunos lo homenajean, otros
seguimos pensando con él, no desde él, pero no sin él.
Sus
tesis, junto a su peculiar modo de pensar junto a otros, produjeron una fuerte
intervención en cada uno del “nosotros”
que se constituía cada vez que se pensaba con él. Las marcas de los encuentros
con su pensamiento, se activan todo el tiempo en ocasión de revisar conceptos,
de pensar situaciones clínicas, de leer autores que comparten un horizonte de
problemas, de realizar una investigación, de pensar una situación política o
institucional. El mundo siguió andando (y mutando); muchas veces nos
encontramos extrañando su agudeza… ¿qué pensaría Nacho de esto? Muchas de las
ideas que dejo plasmadas surgían en esos encuentros, en esos intercambios, a
veces afiebrados… “Pensar siempre es con otros”, decía, “el yo repite, el nosotros piensa”. Y no se refería a unos muchos, ni al grupo, sino a una excedencia singular de lo colectivo.
Quiero
compartir un escrito que muchos ya han leído… Como expresan las palabras que lo
anteceden, fue en ocasión de un intercambio de notas y de compartir un debate
en una jornada de Psicoanálisis. Reconocerán el estilo irreverente con el que
parodiaba a cualquiera (en este caso a Marx en sus Tesis sobre Feuerbach). Vino
en un mail a la madrugada, después de una jornada de nuestra institución. Debemos
ser muchos los que extrañamos esos mensajes!
Hay
quienes piensan que sus tesis quedaron desactualizadas, pero el velo de sombra que
impide visibilizar -en las instituciones
psi- las dimensiones que el escrito aborda, me impulsa a difundirlo de nuevo…
Hoy le propondría modificar ciertas formulaciones, incluso sería previsible –como fue entonces- disentir con él, discutir
horas… Pero sigue siendo insoslayable la interrogación que su escrito suscita.
¿Cuánto de esta dimensión permanece sin luz en nuestras instituciones? ¿Cuánto
de la conmoción y la apertura de posibles que producía su declaración sobre el
agotamiento de una forma de estado sigue siendo imprescindible para el
pensamiento político de hoy? Discutir sobre la ley y el castigo, en ocasión de
la modificación del código penal me hizo volver a leer algunas de las reuniones
sobre la ley en condiciones contemporáneas… siempre permanece abierta en la
compu la carpeta de archivos con su nombre… resaltar en colores, hacerle
globitos con comentarios no puede devolverle la vida pero mantiene el diálogo
con su pensamiento, que permanece vivo.
19-06-00 Envío 11 tesis (un poco estiradas, para que dé 11).
Resumen del planteo del viernes
en el encuentro de FAPCV
(lo voy a desgrabar) y los
comentarios al artículo que me había enviado Raquel.
IL
El analista sin estado
1. El dinero en la relación analítica es el dinero del
paciente. Los significados del dinero son los que la neurosis del paciente
impone sobre el dinero. La relación del analista con el dinero no es puesta en
discusión. Si es puesta, sólo lo es en tanto que paciente (un punto no
analizado). En tanto que analista, ¿qué significa el dinero para el analista?
2. La referencia al dinero aquí no es temática. Sólo
intenta indicar una posición subjetiva. La teoría psicoanalítica – y sobre todo
la práctica – es teoría de la organización subjetiva de los pacientes. De los
analistas sólo en tanto que pacientes. La subjetividad instituida de los
analistas es un punto analíticamente inanalizable. Es un núcleo ciego de la
institución y el discurso.
3. El estado se ha desvanecido. La causa
históricamente eficiente de la subjetividad supuestamente estructural se ha
retirado para dejarnos sin ley práctica efectiva. La ley simbólica,
supuestamente independiente de la imaginería de la ley social debería seguir
funcionando como organizador psíquico básico. Deduzca lo que quiera, pero no
imagine que puede probar nada al respecto. Pues las evidencias no sólo clínicas
- sino sobre todo las del entorno insidioso y difuso de las prácticas clínicas
– muestran que las organizaciones subjetivas no son estructuralistas: no pueden
prescindir de la ley social para quedarse con el destilado puro de la ley
simbólica. Las organizaciones psíquicas, parece, agarran y se alteran.
4. Desvanecido el estado como realidad eminente, la
ley pierde su anclaje. Sin ley, las organizaciones psíquicas operan en base a
otras marcas, de cuya procedencia y destino hemos logrado ignorar casi todo a
fuerza de perseverar en la ensoñación de las invariantes. ¿Qué efectos produce
en la vida psíquica de la población la caída de la ley? ¿Qué efectos produce en
aquéllos que se habían organizado en función del organigrama estatal familiar
como paradigma de la consistencia del mundo? ¿Y con los que hoy se organizan
prescindiendo enfáticamente de estos mecanismos supuestamente universales?
5. Si el estado se ha desmoronado, los pacientes no
son los mismos. Pero el dinero no era sólo de los pacientes. Aunque
interiorizado, también era el de los analistas – y no sólo de los analistas en
tanto que neuróticos sino en tanto que analistas. El estado que se ha
desmoronado no es sólo el estado de los pacientes. Es también el estado de los
analistas. Es ante todo el estado que permitía la existencia de las teorías de
los analistas acerca de sus pacientes y más aún el que permitía la operatoria básica
del dispositivo analítico. El análisis sin estado no es el de las
organizaciones psíquicas de los pacientes que han perdido un referente sino,
ante todo, el de la teoría y la práctica clínica que ha perdido un puntal
impensado – impensado por haberlo supuesto.
6. El estado se retira llevándose consigo la ley
trascendente. Hay dos sin tres. La desolación de los pacientes se corresponde
con la desolación de los analistas. El analista está sólo sin un tercero
trascendente que lo ponga al abrigo del dos sin ley. El analista educado en
teoría analítica y su estado siente horror ante el puro dos, carente de
cualquier dimensión simbólica. Hay dos
sin tres. ¿Hay dos sin tres? ¿Es posible segregar un tres como efecto
inmanente del dos? ¿Es imprescindible esa terceridad? ¿Somos capaces de pensar
el dos en su potencia instituyente de simbolización? La humanidad del tres es
la humanidad ciudadana del lazo moderno. ¿Hay otras humanidades posibles?
7. El ciudadano y su analista comparten un punto ciego
que no es de estructura sino de historia: la superstición de la terceridad
trascendente – provenga de los congresales o de Levy-Strauss da lo mismo. Ese
punto ciego hoy es visible. La alteración de la subjetividad instituida afecta
al analista en tanto que analista y no sólo porque se hayan modificado los
padecimientos de sus pacientes. La alteración de la subjetividad instituida
afecta al analista porque lo toca en el punto teórico esencial, que lo
constituye como tal. La desolación compartida, la perplejidad de a dos son tales
desolación y perplejidad por desvanecimiento del parámetro, ese tercero que
tornaba simbólico el encuentro entre dos. El encuentro ya no es entre uno y un
tercero sino entre uno y uno.
8. Se impone una prescripción. Devenir otro con otros.
Ese devenir del analista con otros que son pacientes exige una subjetivación en
pensamiento de la subjetividad instituida. El punto nodal de la subjetividad
instituida es el tres trascendente. El devenir a partir de la caída del
supuesto que organizaba la subjetividad instituida es impredecible pero
obligatorio. El imperativo psicoanalítico es breve: intervención crítica sobre
los puntos que las situaciones sociales producen como síntoma. Si el síntoma se
produce en el seno de la teoría o de la institución subjetiva psicoanalítica,
la consigna no se altera en nada.
9. La forma anacrónica de la ex voluntad crítica es la
resistencia. Cualquier política de defensa defiende un pasado – y reniega del
tiempo. Para que haya un espacio público defendible, primero habría que fundarlo.
El estado era el tercero secreto que distinguía entre los dos espacios
estatales – público y privado. El estado se ha desvanecido. Y con él ha caído
la obligación de llamar público
a lo meramente estatal.
Resistir – parece – es conservar la hegemonía de la ley, conservar
ilusoriamente la potencia instituyente de fines del XVIII. Resistir es
resistirse a pensar el devenir obsoleto de la resistencia.
10. La humanidad ya no resiste. La humanidad que
resiste ya no es humanidad. Es un rezago, una rémora, un buen hábito que en
suelo alterado, ha devenido vicio. La humanidad que resiste ya no es humanidad,
porque ya humanidad no es resistir. La humanidad que resiste es la humanidad
ciudadana – estructural – en sus estados nacionales. Esa configuración se ha
deshecho. La humanidad que se inventa otra que sí es la humanidad. Devenir otro
con otros es inventarse otro en otro lazo con otros. Lo que se llama pensamiento
en inmanencia. El analista de esa humanidad que se inventa en cada situación se
inventa en cada situación con esa humanidad.
11. Los psicoanalistas han interpretado a sus pacientes
de modos diversos, pero de lo que se trata es de, mutuamente, trasformarse.
Ignacio Lewkowicz 19.06.00”