Venezuela: Los sinvergüenzas
por Hernán Patiño
Mayer
No hay que tener
vergüenza alguna para pedir la liberación de los “presos políticos”
venezolanos, mientras pese a las promesas electorales Obama mantiene la prisión
de Guantánamo con presos que nadie sabe quiénes son ni por qué están privados
de su libertad. Ni de dónde vienen ni hacia dónde van. Maduro podrá no ser el
mejor presidente que merecen Venezuela y la región, pero lo votó su pueblo, y a
los que dicen que la democracia no se agota con el voto, les digo que tienen
razón, pero los presidentes, en democracia, sólo se cambian con los votos o los
procedimientos previstos en la Constitución. En el caso de Venezuela, además,
cumplida la mitad del período se puede convocar a un plebiscito revocatorio y
de ganar (no va a faltar el despistado que se pregunte “¿Ah, también hay que
ganar?”) se puede forzar la renuncia presidencial por caducidad del mandato
popular. Cualquier otra cosa es “golpismo” puro, duro o blando, pero golpismo
al fin. Además, qué autoridad moral tienen Obama o Kerry para juzgar la calidad
democrática de nuestros países cuando en los EE.UU. los presidentes llegan a
serlo con el voto de menos del 20 por ciento de los ciudadanos en condiciones
de sufragar. Y qué decir de los derechos humanos cuando en su país rige la pena
de muerte y no ha adherido a ninguno de los instrumentos del sistema
interamericano que los protege y promueve. ¡Basta de hipocresías! Acá lo que se
quiere no es ni más ni menos que detener la evolución del proceso democrático
de América del Sur, porque de distraídos que estaban los gringos, los gobiernos
pasaron de ser sus empleados o testaferros a representar a sus propios pueblos.
Mejor o peor, con
más o menos corrupción, más o menos eficientes, con mayor o menor vocación
transformadora, pero todos votados por sus pueblos. Que de eso coincidiremos,
se trata también la democracia. Ya estoy escuchando a doña Rosa recordándome
que a Hitler también lo votó el pueblo alemán y como suele suceder con doña
Rosa, que tiene siempre una parte de razón, pero nunca al tiempo de arribar a
conclusiones sustentables. Eso, lo que me recuerda doña Rosa, es tan cierto
como lo es que si los vencedores de la Primera Guerra no
hubieran pretendido reparaciones humillantes y hacerles pagar a los pueblos
vencidos costos moral y económicamente insostenibles, probablemente Hitler
nunca hubiera llegado al poder y la humanidad se hubiera evitado tener que
soportar a un monstruo semejante de cuyos crímenes atroces contra el pueblo
judío el gobierno estadounidense supo distraerse con exceso. Pero la avaricia
capitalista no sólo no tiene límites, sino que además no mide sus
consecuencias, total las terminamos pagando todos y especialmente los más
débiles. Que nadie se equivoque, porque ya no tenemos derecho a la ignorancia y
menos a la ingenuidad. A la gran potencia occidental nada le importa la verdad.
¿O no le mintieron al mundo sobre las armas de destrucción masiva en Irak? Y ya
que estamos en tema, ¿alguien se acuerda de que el único país en la Tierra que usó armas
nucleares contra población civil, y no en una sino en dos ocasiones, fueron los
Estados Unidos de América?
Pero, además, a
EE.UU. le importa nada la calidad democrática de nuestros gobiernos, como lo
demostraron apoyando el terrorismo de Estado a lo largo y ancho de nuestro
continente mestizo. Y la libertad de prensa mucho menos, y si no recuerden la
reacción del gobierno norteamericano y sus organismos satélites, ante la
desaparición de casi un centenar de periodistas durante la dictadura
cívicomilitar de la
Argentina y frente a la asociación del estado totalitario con
los tres diarios más importantes del país, para controlar la producción de
Papel Prensa. Lo que sí le preocupa y mucho es que los gobiernos se tomen en
serio la defensa de los intereses populares y dejen de servir las insaciables ambiciones
de las minorías apropiadoras. Están decididos a sustituirlos por gobiernos
alineados con sus intereses y en el caso especial de Venezuela, para poder
hacerse, además, del control de la segunda reserva mundial de petróleo
localizada a sólo tres días de navegación de las refinerías estadounidenses.
Que nos venzan es posible, porque tienen el poder para hacerlo, que vuelvan a
dominarnos a través de sus gerentes locales también, pero que nos tomen por
tontos y nos pidan silencio y complicidad después de lo que nos han hecho
padecer es una concesión que no podemos otorgar, sin extraviar definitivamente
nuestra dignidad.