Cola de Caballo
Por Helena
Pérez Bellas
Cuando llega el calor mi
principal problema es qué hacer con tanto pelo. Considero una aberración tener
el pelo corto, esa entonces no es la salida. Usar el pelo corto para mí es
tener un poder menos. No están las cosas, nunca estuvieron, para prescindir de
un poder. Una llega a está vida y bang a los 14 años ya se da cuenta de con qué
poderes cuenta y no tarda mucho tiempo más en descubrir cómo usarlos. En el
camino, a veces, hay olvido. Pero nunca hay que olvidar. Nunca hay que
olvidarse del poder.
Una de las quejas que más
recibo es: estás dejando pelo por todos lados. Es verdad, ahora pienso que debe
ser complicado tomarse el trabajo de matarme porque a la pregunta de qué hacer
con el cuerpo se le suma qué hacer con el pelo. Supongamos que él, que me
muestra las líneas de pelo negro en la cama y en el baño, se determina a
matarme. O ni siquiera, supongamos que por un accidente yo me muero ahí y tiene
que deshacerse del cuerpo porque no hay manera de explicarle a la policía cómo
una chica sana se murió. Debe ser una tarea titánica ir buscando centímetro por
centímetro del departamento pelo mío. Lo de las sábanas se resuelve rápido. Desde
mi perspectiva veo dos opciones: prenderlas fuego o mandarlas a lavar. Quedan
el colchón y el respaldo de la cama, para ambas cosas lo más conveniente sería
buscarse alguna de esas aspiradoras en miniatura. La silla de la computadora y
el escritorio representan un problema porque son igual de negros que mi pelo y
convengamos que algún desprendimiento más breve se puede camuflar bien. Quedan
el piso en toda su superficie, el sillón y cada uno de sus almohadones y el baño,
Encerar y pulir son las opciones para el piso aparte nunca vienen mal. El baño
es un tema porque los desagües suelen ser bastante traidores y nunca se sabe
con qué se puede encontrar uno en la rejilla del baño. Guantes de látex y a
meter la mano. Nadie se puede dar el lujo de ir preso por algo tan absurdo como
un poco de pelo negro.
El baño me produce una manía
extrema. Si me toca dormir fuera de casa me apena mucho un baño vacío,
minimalista, carente de opciones. Un baño tiene que tener muchas cosas en donde
se pueda elegir como pulir una mejor versión de sí mismo. Un baño que no está
manejado por una mujer es un páramo. En mi caso, no se trata de invadir o
marcar territorio: se trata de vivir mejor, poder ocupar el distrito conocido
como baño y dotarlo de novedades. Sobretodo por el tema del pelo ¿Qué es este
detergente que algunos hombres califican de shampoo? ¿Cómo puede ser que un ser
humano que no tiene 90 años recurra a Heno de Pravia? ¿Dónde está el jabón
líquido? ¿Cómo alguien cree que sin acondicionador se pueden desenredar 15 centímetros de
pelo incluso más? No se trata de invadir y tampoco se trata de igualdad. Es
todo lo contrario a la igualdad: es ir en contra del pedido de la igualdad. A
mí me sobra lo que a vos te falta y no, por favor, bajo ningún concepto ese
shampoo es para pelo graso.
El ADN se cristaliza con el calor, es un lío. Es un
lío si vas a vivir, es un lío si vas a matar. Cuando te vas a dormir se te pega
el pelo contra la espalda en una especie de unión entre el sudor, que encima
tiende a enfriarse, y las altas tempertaturas. En las sábanas se forman como
bolitas de algodón y manchas de humedad y si son dos entre esos charcos secos
de desierto se forma un ADN mixto en dónde cada uno aporta lo suyo. Yo aporto
el pelo. Que es lo que me sobra, que es lo mejor que tengo para ofrecer. Después
te ven cepillándote y te dicen te vas a arrancar todo ese pelo. Pero siempre
hay más, mañana crece otra vez. En el tacho de basura están los detalles, en
esa bolsa que se cierra también me voy yo. Sacarme en una bolsa de consorcio es
un hecho, es un hecho semanal. Ahí también se pegó el pelo entre la yerba, los
restos del helado y las cáscaras de las naranjas. Es una batalla por vez, es
una sangría, un día no voy a tener más. Ya se acaba igual, llega el verano.
Entonces tirás mas fuerte con el cepillo mientras te miran y te dicen ¿no te
duele la cabeza? No, le digo, pero no hablo. Muevo la cola de caballo.