Plebiscito por Cristina Presidente, ¡YA!

por Juan Pablo Maccia


La virtud política más alta consiste en no fijar tácticas en circunstancias cambiantes. Consecuente con esto, escribo ahora para modificar -de acuerdo al cambio de escenario- la consigna central de la campaña política que con varios compañeros (cada vez más, les digo) venimos promoviendo y que más temprano que tarde deberemos organizar de cara al 2015. Si hasta el momento creía que la consigna acertada era la de suspender las elecciones del 2015, en una suerte traducción política de la figura jurídica del per saltum, creo ahora que lo que tenemos que plantear –y en unos meses esto resultará evidente para todos- es un plebiscito para que la Presidenta pueda gobernar, de modo excepcional, por un período más. 

Mientras los políticos dicen que es demasiado apresurado discutir ahora 2015, el tiempo de la política se acelera en torno a la exclusión de su máximo exponente, de quien hoy encarna la usía de la política, de la contienda electoral. El asunto es fácil de entender. En épocas de crisis se confeccionan nuevos programas históricos para las sociedades. Ese proceso está en curso. La presidenta acaba de formular sintéticamente el asunto del siguiente modo: capitalismo es consumo. Nos corresponde a todos extraer las consecuencias de este mensaje.


Y la verdad no es demasiado difícil de develar para esos sufridos lectores de diarios que somos muchos de nosotros. El “modelo de desarrollo con inclusión social” se ha exhibido a todas luces esta semana en la capital del occidente global. Allí la Presidenta confirmó el anuncio de que la multinacional Monsanto va a invertir 1800 millones en Argentina destinadas a dos plantas experimentales de semillas de maíz y soja, lo que permitirá la creación de 400 puestos de trabajo en una planta que se instalará en la provincia de Córdoba. El ministro de planificación, De Vido, se reunió con Peter Munk (de la Barrick Gold) y con Patrick Portamann (de Yamana Gold) para asegurarles que las mineras –que invertirán otros 6.500.000 este año– no serán expropiadas ni sufrirán aumento de impuestos. Además, hubo encuentros con multinacionales petroleras para invitarlas a invertir en YPF. Y se conoció que la propiedad de casi el 9% de las acciones de esa empresa Argentina está ya en manos del amigo mexicano Carlos Slim, a la sazón el hombre más rico del mundo, quien es asesorado convenientemente para temas argentinos por Abal Medina Padre.

Good Show. Y, sin embargo, aunque la cosa huela mal, la exclusión de la Presidenta de la conducción del proceso político con miras al 2015 es una pésima noticia. Y además de pésima, ridícula, porque de concretarse, el final de este proceso obedece a trabas puramente legales, es decir, artificiosas. El vencimiento del liderazgo político de Cristina no responde, al momento, a una decadencia del kirchnerismo, sino a un límite puramente constitucional a la relección: no en el nivel de la legitimidad social.

Vengo argumentando en varios artículos, ya, que lo que falta en el proceso político actual es la aparición de la generación del 2001: de aquellos que ni fuimos de los setentas, ni nacimos a la vida política con los Kirchner. Esos que vimos la noche de frente y no nos convencemos tan fácilmente con las retóricas del pasado ni con las promesas del futuro. Esta generación, que aprendió a pensar sin creer, que espera sin esperar nada, tiene la dudosa virtud de ser la que menos transacciones (objetivas y subjetivas) ha hecho con el respeto a las “las instituciones”. Nos toca, por ello, a nosotros intervenir en este proceso histórico advirtiendo a toda la sociedad que no podemos dejar que “el respeto a las instituciones” aborte un proceso que, si bien no es el que hubiésemos elegido, no debe apagarse sin más, desesperanzadoramente.

Mi tesis central es la siguiente: que la legitimidad que encarna la Presidenta proviene tanto de los efectos exitosos de reinvención capitalista en los nuevos términos geopolíticos (léase el nacimiento del “Capitalismo BRICK”), como a las expectativas en ampliar derechos sociales y humanos. Es cierto que una cosa ya no se distingue demasiado de la otra, pero creo que somos muchos los que, a pesar de todo, seguimos pensando a partir de este segundo filón. A partir de esta simple consideración se puede afirmar que sería bastante negativo que el proceso en curso encalle sin más en las burocracias jurídicas y en políticas de las llamadas “instituciones”. 

El proceso al que me refiero es el que ha vertebrado la histórica política argentina reciente. Su secuencia es la siguiente: en el año 2001 se da una ruptura, y comienza el tiempo de las transformaciones; el año 2003 invirtió el sentido horizontal del proceso y lo volvió vertical, para alegría de todos los “compañeros”; en el año 2008 el sistema se polarizó; a partir del año 2009 se radicalizó; y a partir del año 2010 se mistificó.

Gracias a las fuerzas mayoritarias del conservador Frente para la Victoria –un grupo de panzas llenas dispuestas a convencerse con absoluta facilidad de lo extraordinario del tiempo vivido bajo el mando de ellos mismos– circula la idea de que el tiempo actual es el de la “institucionalización de lo hecho”. Y quieren que festejemos como si todos estuviésemos felices con este final magro, repleto de apelaciones tristes a la “inclusión”. Como si las transformaciones deseadas pudieran concluir en la mezcla decadente de derechos, exclusión y negocios, que es la Argentina de hoy.

Muy bien, esto es lo que podría ocurrir si las cosas tomaran el rumbo que el 2015 prefigura. Si triunfan los límites ideológicos del grupo de gobierno que ha impedido sistemáticamente la producción de sucesores a la altura de una continuidad y reapertura del proceso. De no ocurrir así, las próximas elecciones presidenciales se van a resolver de un modo bastante patético a partir de nombres como Scioli, Macri, y hasta el intendente de Tigre, Sergio Mazza.

Por suerte las cosas no son tan lineales. La presidenta les habló recientemente a los más jóvenes para decirles que el futuro radica en ellos. Nosotros no podemos menos que tomarle la palabra y calentar más el horno. Afirmamos que este quilombo (lo único que nos liga positivamente a la historia de este país) recién comienza. Si la presidenta se baja, si deja que la bajen, seguiremos nosotros. Y ningún soldado kirchnerista panza llena va a explicarnos que hay que dejarle la banda presidencial al pejota.   

Como digo, tenemos que hacer un ajuste táctico a la idea del per-saltum político. Es un problema de sentido de oportunidad. Cristina solo puede gobernar, ganando. Y no esquivando compulsas. La fuerza que no se ejerce, se debilita. 

Para pasar a la ofensiva, planteo, entonces, modificar la consigna “persaltum político ya” por una convocatoria a un plebiscito (poco importa si es legalmente vinculante o no). Lo que tal plebiscito debe preguntar es lo siguiente: 

"¿Está o no usted de acuerdo con que la Presidenta Cristina Fernández Kirchner gobierne un período más antes de llamar nuevamente a elecciones presidenciales para el período 2015-2019?" 

Nuestra campaña, claramente, debe ser por el “sí”.

Más temprano que tarde deberemos poner manos a la obra:  

Plebiscito por Cristina Presidente, ¡YA!