A propósito de la extorsión democrática


Los demás desaparecerán y el silencio será suyo, enteramente suyo
C.A.B

Hoy que veo esa cara tan parecida a la de su padre y vuelvo a escuchar ese apellido y hasta se plantea como un buen recambio del actual gobierno, no puedo dejar de pensar en Alfonsín. Me había quedado grabada una nota de cuando murió, salida en esos días en la contratapa de Pagina/12. Su autora hoy es toda una heroína que, rejuvenecida y agresiva, encabeza la batalla mediática de –como se dio en llamar en este mismo blog– la Argentina de la buena onda.

“…y no hay sangre en la Argentina”, se llamaba la nota y reclamaba que el imaginario colectivo que de modo mezquino (usaba la palabra “progresista” despectivamente) apenas había retenido la primera parte de la frase con la que Alfonsín había cerrado las movilizaciones y la concentración de Semana Santa, incorporara la segunda parte de la frase para hacer justicia a ese gran hombre que ahora estábamos despidiendo, (creíamos) que definitivamente: “Felices Pascuas, la casa está en orden… y no hay sangre en la argentina”.


Parece pertinente volver sobre esto porque vivimos sin duda un momento alfonsinista; ahora que el kirchnerismo se muestra recuperado de la caída del 28 de junio del año pasado, después de los festejos del 25 de Mayo y la enorme repercusión de optimismo que estalló, incluso alcanzando a los medios no oficialistas. Parece claro que ya no es legítimo ordenar la tropa con el fantasma del golpe.

Coloco la palabra golpe en itálica porque no estoy seguro de que se corresponda literalmente con las referencias a las que aludo y, sobre todo, porque no sé si alguien se haría cargo hoy de asumirlo como propio. Pero es el viejo golpe alfonsinista el que se evoca metaforizado (“los tanques mediáticos”, “la desaparición de goles”) o refinado teóricamente (“clima destituyente”). Estamos ahora justo en el punto en que la hipótesis del golpe se desvanece y desaparece con ella todo el discurso que tenemos elaborado sobre la democracia y las formas de participación: la democracia llama a participar solo cuando está amenazada. Nunca convoca positivamente. 

Nosotros elegimos tomar como cierta la hipótesis con la que trabaja el kirchnerismo cultural: la semana del 25 de Mayo fue una gran fiesta democrática. El espacio fue la calle, primó la buena leche y las ganas de estar. Etc. Etc. Nos gusta esta hipótesis, justamente, porque nos permite volver por otro lado sobre una cuestión que en algún momento creímos dirimida: la cuestión de la extorsión democrática fundada por el alfonsinismo y resucitada con el conflicto de la 125 por el kirchnerismo. 

¿Qué fue lo que agotó el recurso de apelar al golpe que usaba Alfonsín para legitimar sus actos de gobierno? La cuestión del vínculo entre democracia y movilización callejera que él prefirió disociar en Semana Santa en el nombre de la paz y el no derramamiento de sangre. Escuchemos in extenso la explicación de la ya referida más arriba, Sandra Russo: “Alfonsín nunca fue un líder revolucionario, y esta sociedad jamás podría haber tenido uno. No estamos llamados a esos cambios bruscos, sino al lento fluir de un sistema que nos evita el derramamiento de sangre. Alfonsín enfrentó aquel terrible dilema de los carapintadas atrincherados y la multitud en la Plaza con su confeso y nítido punto de vista radical. Optó por asegurarse la continuidad de un sistema que ahora se encarga de esos juicios. Sería justo que de ahora en adelante recordáramos, al menos, la frase completa”.

Bueno, es un horror para cualquiera que tenga un mínimo de cultura política leer este párrafo. Decir que la Argentina no estaba llamada a hacer la revolución en semana santa del 1987 es tan cierto como que nadie dijo nunca que el dilema de Alfonsín hubiese sido el de la revolución. Su dilema era, justamente, el de la democracia y sus límites: si se construía una democracia apoyada en la movilización popular o se optaba por otra, la que se empezó a construir desde aquel domingo, sin sangre, ni fuera ni dentro de las venas, lo que aquí en este blog Palomino llamó democracia de pecho tibio -o incluso frío.

Que jamás esta sociedad pueda tener un líder revolucionario es algo que ella explica por “un gen tanático y perverso que nos acosa”, colocando la cuestión lejos de nuestras posibilidades de análisis. Pero que los argentinos preferimos “el lento fluir de un sistema que nos evita el derramamiento de sangre” es lisa y llanamente una formulación insostenible que sólo se explica por la necesidad que tiene de cerrar su argumento de defender a Alfonsín: era un radical cuya conciencia política era el poder partidario.

Es tan enfermantemente alfonsinista que se hace difícil seguir leyendo y escribiendo sobre él: no voy a volver a ver del mismo modo a la autora de este texto. No puedo dejar de pensar que si gana Alfonsín va a ser la Ministra de Cultura. Estas cosas van a estar escritas en los manuales, repetidas en todos los documentales del canal oficial de entonces. ¡La historia argentina es la historia de un discurrir por las instituciones evitando derramar sangre! 

Lo que estaba propuesto para aquel domingo, era una marcha desde Plaza de Mayo a Campo de Mayo encabezada por Alfonsín. De estadistas cagones y alzamientos militares, la historia argentina está llena. De movilizaciones que movieran el fiel, una: el 17 de Octubre. Y no hubo, precisamente, una revolución. Los mismos milicos que lo desplazaron y nunca consiguieron un apoyo explicito del ressto de las fuerzas, a las pocas horas estaban buscándol a Perón para que volviera, y no disparando sobre la población. Hubo, por el contrario, sí, un proceso de fortalecimiento del Estado burgués mediante el reconocimiento de los derechos civiles políticos y económicos de una porción importante de la clase trabajadora.

¿Qué estaba en juego en Semana Santa? ¿No optando por la alternativa “revolucionaria”, Alfonsín salvó a los partidos políticos y con ellos a la democracia? ¡Pero si los partidos políticos dieron su apoyo! Y sino, ¿de qué modo se establecen los límites en una democracia, si no es mediante las movilizaciones? ¿Cómo se frenaba, por ejemplo, la represión que iba a caer sobre las barriadas de varias provincias con la implementación del Estado de sitio en diciembre de 2001?

Con la multitud concentrada en la plaza avivándolo, Alfonsín decide, no obstante, no marchar a Campo de Mayo. La negociación con los carapintadas ya estaba cerrada de antes, los emisarios del poder ejecutivo habían aceptado las condiciones sin negociar: cese a los procesamientos y Obediencia Debida, es decir, volver todo atrás, salvo para los miembros de la Junta. Los carapintadas, dicen que para cerrar el trato, quieren al presidente personalmente en Campo de Mayo. Es frente a esa disyuntiva que Alfonsín se para frente a la Plaza y pide que nadie marche a Campo de Mayo, que es él quien va a ir, que no es necesario ir todos, que él se ocupa, que no se calienten porque es algo que no hay que hacer: calentarse. Él va a ir a hablar con los rebeldes y vuelve, que lo esperen. Su verba inflamada disfraza de heroicidad su claudicación: va a rendirse frente a un puñado de sublevados, pero le comunica al pueblo que va a imponer la democracia sobre el autoritarismo. ¿Es este un “confeso y nítido punto de vista radical”? Sobre todo: ¿¡“confeso”!? ¡Pero si decidió no decir nada de lo que iba a hacer! ¡Al menos que confesara!

Esto es lo que le falta a la frase para completarla: reproducir correctamente la disyuntiva en la cual fue formulada. De lo contrario de lo que se trata es de una alta dosis de extorsión institucionalista. Cuando nos aclara que Alfonsín no era revolucionario (¡no era necesario, te lo juro!) esta queriendo decirnos lo siguiente: “vos que le reclamas que sea un revolucionario no estás comprendiendo las reglas del juego”. “Él era un radical, un viejo bonachón con principios, que estaba hecho del material del que está hecho el hombre común, que le gusta derivar o fluir por los canales del no derramamiento de sangre de la institucionalidad democrática.” Te está diciendo que sos un zarpado, un zurdo, un guerrillero, un trosko, un aventurero.

¡Por dios! ¡Que falta de sangre! ¡Y de transpiración! ¡Es la democracia del pecho frío!

Es la democracia que va de la calle al living, espacio privado que Russo evoca para mofarse del progresismo que repite la frase cortada al medio, la media verdad. ¡¡Pero si fue el propio Alfonsín el que nos mandó a discurrir la democracia en el living!! Escuchemos todo, ni la primera frase sola, ni apenas la segunda, todo el párrafo final: “Le pido al pueblo que ha ingresado a Campo de Mayo que se retire, es necesario que así lo haga. Y les pido a todos ustedes, vuelta a sus casa, a besar a sus hijos, a celebrar las pascuas en la paz de la Argentina.” A la casa, porque “es necesario que así lo haga”(!).



Volviendo, entonces, pero llenos ahora de discurso seissieteochista o peladowirtzista recargado de historicidad: ¿Se termina la extorsión? ¿Qué consecuencias tendría la permanencia de este eje discursivo? Aventuro: o el kirchnerismo cambia de estrategia discursiva o todo el entusiasmo k, todo el kirchnerismo cultural se vuelve un discurso reaccionario. Agitar la amenaza de un golpe conservador cuando el gobierno logra establecerse nuevamente (¡está ahora preocupado por ver si alcanza el 40% en primera vuelta!), pertrechado, además, en este último tiempo de una importante parafernalia mediática, sería ya entrar en el terreno del cinismo.

Agitar la necesidad de estar todos juntos los que estamos a favor de la democracia, los Derechos Humanos, la vida y la buena onda y no hacerle el juego a la derecha cuando alguien quiere hablar del violento retorno a las economías extractivas que está experimentando nuestro país y América latina. O cuando se denuncian las formas de trabajo precario y abiertamente trucho que se esconden atrás de los discursos del fifty-fifty y la vuelta al estado fuerte. O cuando se dice que la calle está durísima para curtirla por la cana, por el abandono, las rejas, la guita que se necesita para todo, por la falta de lugares comunes.

No hay problemas en aceptar que Kirchner se respalde en las intendencias del conurbano y la CGT cuando uno es apenas espectador de una escena en la que tiene, sí, enemigos y favoritos, pero no es nunca protagonista. Pero, ¿y si estamos diciendo que es indudable que la gente está bien, que ya pasó la ofensiva de la derecha, que hay espacio para moverse? ¿Y si nos entusiasmamos y de verdad salimos a la calle? ¿Y si abrimos nuestras casas? ¿Y si es verdad que se van a repartir los medios de comunicación y todos queremos de verdad hablar? ¿Y pensar juntos? ¿Quiénes quieren de verdad discutir estas cosas, así dejo de pelearme con el televisor?

¿No nos van a decir ustedes mismos, desde la tele, por facebook y por radio que nos vayamos a tomar la sopa temprano, que les demos un beso a nuestra mujer, a nuestros hijos y nos dediquemos a juntar la guita para tenerlos felices, en paz, y con el pecho bien fresco?


Etson Vera
etsonvera@gmail.com